Yeshaiahu fue enviado al campo politico ardiente, enfrentándose a Ajaz quien evaluaba una rendición de gran alcance a Ashur, a fin de presentar una opción “intermedia”. No unirse a los rebeldes Pekaj y Retzín, pero tampoco rendirse ante Ashur.
En la época de Uziahu, se registró un grave terremoto, que será recordado cientos de años (Zejariá, capítulo 14, versículo 5), y que fue interpretado como una señal celestial, junto con las profecías del final de Amós y Yeshaiahu, y el período de independencia del pueblo de Israel en su tierra-finalizó.
Algunos años de silencio profético en el período de Yotam, el hijo de Uziahu-el rey íntegro, el único al que no se le endilgó ningún pecado-y luego, un colapso total. Ante el control y dominio de la potencia asiria, toda la región se dividió entre los rebeldes y los sometidos. Todas las rebeliones culminaron con victorias asirias, quienes ya se veían como los reyes del mundo (“Rey de los cuatro puntos cardinales”, en su lenguaje).
El profeta Yeshaiahu fue enviado al campo politico ardiente, enfrentándose a Ajaz quien evaluaba una rendición de gran alcance a Ashur (“Soy tu siervo y tu hijo”, Melajim II, capítulo 16, versículo 7), a fin de presentar una opción “intermedia”. No unirse a los rebeldes Pekaj y Retzín, pero tampoco rendirse ante Ashur, mantenerse, confiar en Dios. Y aguardar a Tiglat Pileser, quien establece el imperio asirio, quien transformará a Pekaj y a Retzín en “dos cabos de tizones humeantes”, incluso sin el soborno y la adulación de Ajaz.
Esto habrá de suceder en unos dos años-“porque antes de que sepa el niño desechar lo malo y escoger lo bueno” (capítulo 7, versículo 16), y el hijo menor aún no sabrá “decir padre mío, madre mía” (capítulo 8, versículo 4).
Ajaz vio a Ierushalaim en estado de desesperación, y no estaba dispuesto a escuchar al profeta. El resultado fue la apertura de los portones de Ierushalaim para la idolatría dominante en la región. A ojo de Ajaz y sus partidarios “Dios abandonó la Tierra” (Yejezkel, capítulo 8, versículo 12), en cierto modo, caducó la vigencia del éxodo de Egipto, y ahora, todo es controlado por Ashur y sus dioses. Así debe comprenderse el corte de los entrepaños (una especie de estante) de las basas realizadas por el rey Shlomó en la Casa de Dios (Melajim II, capítulo 16, versículo 17), y la participación en la celebración de la victoria de Ashur en Damesek con los dioses locales (Melajim II, capítulo 16, versículos 10-13).
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