Mientras que en las culturas paganas el sacrificio del primogénito era considerado un acto adecuado y deseable, la Torá se opuso tajantemente a dicho acto.
El precepto de los Bikurim, las primicias, en las que traemos al santuario las primicias de nuestros frutos es un evento festivo, una oportunidad para agradecerle a Dios en forma personal por la abundancia de frutos en nuestra tierra. Esto y mucho más, es lo que ordena la Torá acerca del sacrificio de los primogénitos de las bestias puras (toros, ovejas y cabras). Esta es también una oportunidad para agradecer, en esta ocasión por la cría de ganado. No obstante, esto es acompañado por el mandamiento de rescatar los sacrificios de las bestias impuras y el ser humano: “Todo el que abre matriz-de toda carne que ofrezcan ante El Señor, en hombre y en bestia, será para ti, pero redimir habrás de redimir al primogénito de persona y al primogénito de animal impuro habrás de redimir” (Versículo 15) .
La ofrenda de sacrificios humanos era común, y el nacimiento del hijo primogénito era realizado aparentemente a partir de la comprensión de que antes que nacen los hijos que permanecerán en el seno de la familia, nacerá un niño que será sacrificado para Dios. Este acto, que se daba en gran medida entre los paganos y hasta resonó en el sacrificio de Itzjak, provocó que a lo largo de las generaciones el pueblo adoptara la postura de que dichos actos gozan de legitimidad divina. Es también posible que el pueblo se obsesione con la interpretación semántica del versículo “Al primogénito de tus hijos habrás de darme” (Shemot capítulo 22, versículo 28). Es por ello que en la profecía de Irmiahu es enfatizado que no es así, en tres contextos. El mandamiento de Dios no incluía la quema de los hijos: “lo cual yo no mandé, ni me pasó por la mente “(Irmiahu, capítulo 7, versículo 31; capítulo 19, versículo 5; capítulo 32, versículo 35). Más aún, el profeta hace hincapié en que este acto no pasaba por la cabeza de Dios. Es posible que en ocasiones, la distancia entre lo que nos parece aceptable ante Dios y aquello que Él aborrece, es mucho más corta de lo que hubiéramos pensado.
Gentileza del sitio 929.