Las instrucciones dadas por Elishá al rey de Israel en lo concerniente a los soldados arameos son raras y desconcertantes. Parece ser que Elishá comprendió que esta es la forma de aliviar las tensiones entre Israel y Aram.
Elishá provocó de un modo milagroso a los soldados arameos enviados para atraparlo, que perdieran la comprensión y el sentido de ubicación, y estaban en un estado de “ver y no saber lo que ven” (Rashi). Él los encaminó hacia Shomrón a la luz del día.
El rey le preguntó al profeta Elishá si debe matar a los cautivos. Dicha pregunta suge a partir del hecho de que el rey de Israel quien califica a Elishá como “mi padre”, entendió que es el profeta Elishá el que venció a Aram y no él.
En la respuesta del profeta, que seguramente maravilló al rey, hay tres componentes:
Le prohíbe al rey matar a los cautivos
Le ordena al rey darles de comer y beber a los soldados extenuados y atemorizados
Tras la comida, ordena liberarlos
El rey acató las tres instrucciones del profeta.
Los sorprendidos soldados, que casi seguramente pensaban que su final era inminente, recibieron no solo pan y agua sino una comida suculenta y después de la misma fueron enviados de retorno a su rey.
Elishá emprendió una movida notablemente similar al consejo del sabio que dice: “Si tu enemigo tuviere hambre, dale pan que comer; y si tuviere sed, dale agua que beber, porque así amontonarás ascuas sobre su cabeza; y el Señor te lo premiará” (Mishlei, Proverbios capítulo 25, versículo 21-22). El episodio finaliza con las palabras “Y las guerrillas de los aramitas no volvieron ya a entrar en el país de Israel” (versículo 23). Es probable que este cierre implique que el comportamiento desconcertante de Elishá no se debe solo a su singular personalidad, sino principalmente a su comprensión de que de este modo se puede lograr aliviar las tensiones entre los israelitas y los arameos. El profeta que ordenó apiadarse de los soldados cautivos, aparentemente salvó la vida de no pocos soldados israelitas y arameos.
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