Cómo empezó todo

Cómo empezó todo

Desde nuestro punto de vista, a partir del conocimiento de  la complejidad de las divergencias del retorno a Tzión, en los tiempos modernos, el regreso a Tzión en el periodo de Ezrá y Nejemiá, nos permite una mirada renovada. ¿Cuál era el objetivo de los inmigrantes en la época de Ezrá y Nejemiá?

¿Cómo empezó todo? Esta es una pregunta básica a fin de comprender el acontecimiento histórico. En las inmigraciones de Ezrá y Nejemiá, segun Ezrá, capítulo 1-todo comenzó con una  oportunidad religiosa, con el llamamiento de Koresh a la construcción del Beit Hamikdash en Ierushalaim: “Así ha dicho Koresh rey de Persia: Todos los reinos de la tierra me ha dado a mí el Eterno, Dios de los cielos, y Él me ha encomendado que le edifique casa en Ierushalaim, que está en Iehudá. ¿Quién hay entre vosotros de todo su pueblo? Que Dios esté con él, y suba a Ierushalaim que está en Iehudá, y edifique la casa del Eterno, Dios de Israel, que es Dios, la cual está en Ierushalaim” (Ezrá, capítulo 1, versículos 2-3)

Desde nuestro punto de vista, a partir del conocimiento de  la complejidad de las divergencias del retorno a Tzión en los tiempos modernos, el regreso a Tzión en el periodo de Ezrá y Nejemiá, nos permite una mirada renovada. ¿Cuál era el objetivo de los inmigrantes en la época de Ezrá y Nejemiá? ¿Acaso, solicitaron al igual que Ajad Haam en los comienzos del Sionismo, tan solo el restablecimiento de un centro espiritual en Ierushalaim, o tal vez pidieron algo más global como la visión de Hertzl: la solución de la problemática judía de los pesares de  la diáspora, la concentración de los judíos de todas partes, hasta el establecimiento de un Estado? ¿Acaso en el breve exilio en Bavel, alcanzaron a percibir el malestar de la diáspora, y resolvieron retornar en busca de una respuesta a la problemática, en un refugio seguro en Tzión?

En vísperas del año 2000, escribió quien era el comandante de la Fuerza Aérea, el general Beni Peled”

“Si pudiera…me gustaría que el año próximo sea borrada del diccionario y de nuestra conciencia “la aspiración sionista” como fuera definida por el primer Congreso en Basilea, y que  quedó vigente hasta la actualidad: la aspiración sionista es la de obtener un refugio seguro para el pueblo judío en la Tierra de Israel. Quiero que esta definición de un perímetro de asentamiento judío con fronteras seguras y reconocidas por los auspiciantes y donantes sea borrada, y en su lugar figure una definición acorde a la idea del “Estado judío” de Teodoro Hertzl: establecer un Estado judío en la Tierra de Israel  por parte de los mismos judíos del pueblo judío que han aborrecido la vida en la diáspora y del segundo hogar y están dispuestos a entregar su vida para lograrlo”(Beni Peled, “Días de balance”.Moden, 2004, página 64).

A partir de las conocidas dificultades del emprendimiento sionista, debemos preguntarnos si es que ¿acaso hubo alguna persuasión judía en el palacio real antes de la declaración de Koresh, similar al activismo político de Herzl y Weizmann? ¿Acaso los judíos accedieron a regresar a Tzión a partir de su angustia y sufrimiento como minoría en la diáspora? También entonces, la mayoría optó por permanecer en sus sitios, tal como los judíos en los tiempos modernos, tras la declaración Balfour, ¿Por qué la mayoría no retornó a Tzión? ¿Cómo se reflejaba en esos tiempos el anhelo de regresar a la patria, de la cual habían sido exiliados apenas setenta años atrás?

Es posible, que al igual que en el retorno a Tzión en tiempos modernos, todos esos motivos estaban combinados, pero por sobre los mismos, el capítulo que da inicio al libro Ezrá, describe y enfatiza otro hecho: ellos salieron de su lugar en la diáspora a partir del acatamiento de una misión religiosa, por orden del rey de Persia: construir nuevamente la casa de Dios.

Tal vez, no sea casual que  la apertura del libro Ezrá no alude a la angustia y el dolor en la diáspora como móvil del retorno a Tzión. Tampoco el anhelo por la tierra de sus antepasados de la cual fueron expulsados, no se ve aquí puesto de manifiesto. Se manifiesta de un modo indirecto, haciendo hincapié en el retorno de las familias a su lugar anterior, como es mencionado: “Y estos son los hombres del país que subieron en cautiverio, que exilió a Babilonia Nebujadnetzar rey de Babilonia; y que retornaron a Ierushalaim y a Iehudá, cada uno a su ciudad” (Ezrá capítulo 2, versículo 1). La concreción del regreso a la patria, es por cierto un asunto significativo, pero en el comienzo del libro Ezrá, el retorno, en sí mismo, aparece en segundo plano, en contraste con la misión suprema-focalizada en la renovación del Beit Hamikdash.

El anhelo de regresar a Tzión fue manifestado abiertamente en otro lugar, en el cántico nostálgico eterno: “Junto a los ríos de Bavel, allí nos sentamos, y también lloramos, acordándonos de Tzión” (Tehilim, Salmos, capítulo 137, versículo 1). Si nos centramos con precisión en las palabras: “allí nos sentamos y también lloramos”, aparentemente, señalan que las mismas fueron expresadas por aquellos que ya habían llegado aquí-a la Tierra de Israel. El cántico alude a la nostalgia de ellos estando en Bavel-pero lo cantaron aquí. ¿Y qué se sabe de la nostalgia de la gran mayoría que se quedaron junto a los ríos de Bavel? ¿Por qué no retornaron? ¿Qué hicieron con su anhelo? Por supuesto, ellos apoyaron la causa y aportaron dinero, por orden del rey: “Y todo aquel que hubiere quedado (de los judíos) en cualquier lugar en donde morase, los hombres de su lugar le ayudarán con plata, y oro, con mercancías y ganado; con donaciones voluntarias para la casa de Dios, la cual está en Ierushalaim” (Ezrá capítulo 1, versículo 4).

Hipótesis: Ezrá y los retornantes a Tzión se focalizaron de un modo manifiesto, principalmente, en la misión otorgada por el rey, y no en otro propósito, ya que tal vez, el rey, se refiriera conscientemente, sólo a la construcción de la casa de Dios, no al reasentamiento del pueblo de Israel en su tierra. Construir nuevamente el Beit Hamikdash es un proyecto religioso definido, controlado por el reinado, no implica el riesgo del resurgimiento de ideas nacionales hasta el punto del regreso del pueblo a su patria, renovando sus días como en épocas anteriores.

Es posible que Koresh comprendió hasta qué punto el resurgimiento nacional de  un pueblo, puede llegar a provocar un desconcierto general en el reinado, como por ejemplo, la primavera de los pueblos en Europa en el siglo XIX y la movilización que se registró últimamente en el Oriente Medio, denominada “la primavera árabe”. Por consiguiente, con suma cautela, el proyecto de Ezrá y Nejemiá fue solamente definido como un objetivo religioso. Para ello, no se requiere del retorno masivo de todos los exiliados, y Koresh no se refería a mucho más que ello. La mayoría se quedó en su sitio en la diáspora, desde la comodidad personal, pero también, a raíz del mandato central del reinado de Koresh.  

Ezrá y Nejemiá actuaron con sumo ingenio: aprovechar la oportunidad que se presentaba, aún con sus limitaciones, sabiendo que se puede comenzar con un propósito religioso, pero a continuación acontecerán otros hechos, también, en la dimensión nacional.

Realmente, todo comenzó con una oportunidad religiosa pero a partir de ella, se generaron otras oportunidades. En contraste con las expectativas de Koresh, en contraste con el ordenamiento característico conocido del Estado actual tendiente a la separación entre la dimensión religiosa y la dimensión nacional, el objetivo religioso y nacional, estaban entrelazados, sin posibilidad de ser separados. Se puede empezar con un propósito religioso y a partir de la fricción y la lucha existencial, tiene lugar una formación nacional, y viceversa. La fuerza de la vida en una patria ancestral, en particular, en la Tierra de Israel, genera la unión de los objetivos.

Ben Gurión solía describir muy bien el carácter global del proceso de la redención, material y espiritual, imposibles de separar.

El Sionismo estableció-como credo del pueblo de Israel a través de las generaciones- que la Tierra de Israel habrá de resolver por completo la “cuestión judía”. No una solución parcial, ni para una parte del pueblo, sino una solución plena para todo el pueblo. Es decir, para cada judío que necesita y desea vivir en su patria. Y no adoptamos la opinión de Ajad Haam, acerca de un centro espiritual (la Tierra de Israel como un centro espiritual para el pueblo judío, y no precisamente, un Estado y soberanía) porque el pueblo de Israel nunca creyó en la dualidad de lo material y lo espiritual. Sin el establecimiento material del pueblo en la tierra, no habrá de surgir el establecimiento espiritual. El centro espiritual del pueblo judío se dará solamente en el centro terrenal” (fragmento extractado de un discurso pronunciado en el Congreso Sionista, el 20 de agosto de 1937).

La convergencia de los propósitos en una gran meta tendiente a la redención nacional y religiosa, propone una nueva mirada a la lectura de los libros Ezrá y Nejemiá, proyectándolos a la redención de Israel en nuestros tiempos.
Gentileza sitio 929.

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