Es interesante notar en todo este relato de Bilam pequeños detalles que nos permiten tener una mejor imagen de los protagonistas y sobre lo que en realidad sucede.
Por un lado Bilam se describe a sí mismo como un hombre elevado, sabio y que es de los pocos selectos que tiene acceso a los secretos del Altísimo, pero en la realidad vemos que la Torá nos relata algunos sucesos que dan por tierra ese alarde del que hace uso Bilam.
Ejemplo de ello, es que el burro sobre el que monta Bilam puede ver al ángel que está ante él mientras que su propio dueño no lo ve. Es decir, el burro tiene más percepción que Bilam.
Mientras que Bilam se jacta de ser un gran sabio, el burro al abrir su boca, le plantea argumentos a los cuales Bilam no tiene cómo responder y termina dándole la razón. En conclusión el burro es más sabio que él.
Bilam se encamina a destruir con su palabra a todo un pueblo de más de seiscientos mil hombres, pero para matar a su asno dice que precisa una espada (Si tuviera una espada te mataría aquí mismo” le dice Bilam a su burro)
Tal como nuestros sabios nos enseñan las cualidades indispensables para que un hombre llegue al grado de profecía son: ser sabio, controlar sus pasiones y humores y no ser codicioso.
Bilam no poseía ninguna de estas cualidades, vemos que no era tan sabio… un burro podía cerrarle la boca. No era muy modesto, le encanta ensalzarse y vanagloriarse con todo tipo de títulos y cualidades, hasta el punto que suenan exageradas.
Tampoco podía controlar su enojo, está dispuesto a matar a su asno por el solo hecho de desviarse del camino. Además por el tipo de consejo que le da a los midianitas (de que se prostituyan las mujeres) vemos que poseía una moral muy baja.
Por último, su codicia no tenía límites. Por el dinero y honor que le puede otorgar el rey Balak está dispuesto a hacer cosas que Dios no quiere. No tiene ningún problema en ir a matar a todo un pueblo que nada le hizo.
Otro suceso interesante es ver el trato que Bilam y Balak se brindaban mutuamente. Bilam lo trata a Balak, que es un rey de una manera poco respetuosa. Le da órdenes al rey, en lugar de decirle: le ruego su majestad que os mantengas junto a vuestra ofrenda, prefiere ordenarle: “Párate firme junto a tu ofrenda” le dice.
También cuando le responde a las quejas de Balak luego de cada bendición que profiere Bilam, éste le contesta sin respeto y sin guardar ninguna distancia hacia el rey.
Si bien al principio Balak le brinda honores a Bilam, luego lo trata como un objeto, ni siquiera le consulta, lo toma y lo lleva a los lugares que a él se le antoja, para que desde allí maldiga al pueblo de Israel. Finalmente termina echándolo con palabras duras: “vete, huye a tu tierra”
Balak ni siquiera escucha el mensaje que Dios le está dando por medio de Bilam. La primera vez en que Balak pone a Bilam para que maldiga al pueblo Dios le dice que no va a maldecir al pueblo pues es un pueblo que no le hace mal a nadie.
Balak parece hacer oídos sordos y lo lleva a otra colina para que intente maldecir al pueblo desde allí. Dios le vuelve a responder más firmemente que Dios no es un hombre para que cambie de opinión y que Israel es un pueblo que obra justicia y equidad.
Balak sigue en la suya y no escucha. Insiste con que maldiga a Israel y lo vuelve a llevar a otro sitio para que lo maldiga desde allí.
Finalmente se da cuenta de que Bilam no va a maldecir al pueblo y lo expulsa.
Su actitud no es una actitud sumisa y de escuchar el mensaje Divino, sino que está encerrado profundamente en su deseo y lo único que le interesa es poder lograr su cometido, sin escuchar lo que Bilam le dice.
En resumen, vemos que Bilam, quien es considerado una persona elevada e importante entre los pueblos, que se vanagloria y se jacta de poseer autoridad y la capacidad de poder hasta influenciar a Dios, no posee las condiciones mínimas que debe reunir un profeta.
En realidad no es tan sabio ni moral, no controla ni su propio interior y no puede influenciar sobre Balak para que entienda el mensaje Divino. Además no ve más que lo que un burro puede ver y su propia codicia lo lleva a la perdición.
Pretende ir a matar a todo un pueblo y salvar al rey Balak y su gente, pero en realidad no puede matar ni a un burro y no puede defenderse a sí mismo, pues termina muerto en la guerra.
Presume ser mensajero de Dios, pero pretende matar a todo un pueblo que nada le hizo y que además es un pueblo en quien no hay iniquidad y que obra con justicia.
Persigue desesperadamente la riqueza y el honor a cualquier precio.
Es engreído, déspota y vanidoso.
Da consejos inmorales y prostituye a las mujeres.
Indudablemente este individuo no puede ser considerado alguien bueno o de nivel espiritual elevado, ni siquiera está al nivel de igualarlo a cualquiera de los sabios de Israel; mucho menos equipararlo con el más ilustre del género humano, nuestro maestro Moshé, el príncipe de los profetas; pues eso sería pretender comparar el cielo con la tierra.
Es por eso que debemos entender mejor lo que los sabios han dicho acerca de que Bilam fue profeta para los demás pueblos tal como Moshélo fue para Israel. Esta afirmación de ninguna manera se refiere a que Bilam poseía el grado de profecía de Moshé o su capacidad (pues esto contradeciría uno de los 13 principios del judaísmo, que no habrá otro profeta como Moshé), sino que la comparación hace alusión a que no solo el pueblo de Israel, sino también los demás pueblos tuvieron a alguien que tenía un gran potencial y renombre, pero en vez de encausarlo para el bien, lo han utilizado para dañar y obrar iniquidad