El rey del mundo

El rey del mundo

A diferencia de la maldad y la crueldad babilónica, no cabe duda que ésta es una “redención mesiánica”, pero a mí me resulta difícil aceptar el auspicio persa, tanto como el británico.

Los seis primeros capítulos del libro Ezrá, no son obra de “Ezrá, el escriba”, y son previos a su aparición (mucho o poco tiempo antes) [1]. Zerubabel, el líder del retorno a Tzión y constructor del segundo Beit Hamikdash, el Gran Templo de Ierushalaim, merece que dichos capítulos sean adjudicados a él-“el libro de Zerubavel”, que llegó desde Bavel.  

A veces, en la tradición judía escrita, las últimas generaciones le dan forma a los conceptos de sus predecesores. Ya en el libro Shmuel, en las profecías de Shmuel y su liderazgo, y también en el reinado de Shaúl, la visión global en la descripción de los acontecimientos del comienzo del reinado conduce al reinado de David, no obstante, el libro todo lleva el nombre del profeta que lo inicia.

Rabí Iehudá Hanasí compiló y ordenó la Mishná, una creación monumental de los Sabios de las generaciones anteriores. Rav Ashi y Rabina, y sus discípulos “los Savoraim”, completaron el Talmud Bavlí (Babilónico), una creación monumental de los Sabios de las generaciones anteriores.

El movimiento sionista y el Estado de Israel modelan el retorno a Tzión y la congregación de las diásporas, que ya comenzaron con la inmigración de los Jasidim, los alumnos del Gaón de Vilna y el primer líder-Moshé Montefiori [2].

Al cumplir el Estado de Israel 70 años, corresponde mencionar los 100 años del “Hogar Nacional”, a partir de la Declaración de Balfour. Asi, Ezrá y Nejemiá modelaron (en la próxima generación) a la Ierushalaim del Segundo Beit Hamikdash, estableciendo “la senda de la Torá”, y con la construcción de las murallas, y por consiguiente, sus nombres fueron relacionados con los libros.

Pero “Shashbatzar [3] el príncipe de Iehudá” (Capítulo 1, versículo 8), e inmediatamente después de él, Zerubabel hijo de Shealtiel, el líder conocido como “gobernador” en representación del reino de Persia, y Yehoshua hijo de Iehotzadak, el primer Cohen HaGadol, Sumo Sacerdote, ellos son los líderes del retorno desde  Bavel a Tzión, y son los que construyen el Beit Hamikdash “en la Ierushalaim situada en Iehudá”. Conforme a la orden divina,  a través de sus profetas Jagai y Zejariá, y acorde a la aprobación internacional y sus limitaciones redactadas en la declaración de “Koresh (Ciro) rey de Persia” que gobernaba en “todos los reinos de la tierra”, que le concedió “Dios, el Señor de los cielos” (Capitulo 1, versículos 1-4).

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Capítulo 1

La declaración de Koresh-los preparativos para el retorno a Tzión

Koresh es denominado “Mashiaj” en las profecías de Yeshaiahu (capítulo 45, versículo 1) y en el lenguaje del reino persa, “rey de los reyes”, es decir,” rey del mundo”. Cuán maravilloso es escuchar de su boca el reconocimiento del reinado de “Dios, el Señor de los cielos”, quien sólo Él concede el gobierno del mundo [4] a los reyes de “carne y hueso”, y todos son mortales.

Y además, cuán difícil es escuchar a partir de la precisión de las palabras la visión completa de Koresh, y conforme a ella, cada dios tiene el control en su lugar y en su santuario, y en ese marco-“la casa del Eterno, Dios de Israel, que es Dios, la cual está en Ierushalaim” (Capítulo 1, versículo 3), y por ende el deber de Koresh como “rey de reyes”, es el de refaccionar todos los santuarios destruidos por los babilonios, y devolver todos los elementos del/los Templo/s tomados(robados) por “Nebujadnetzar” [5], restituirle a cada Templo sus derechos autónomos, bajo el auspicio supremo del reino persa, la potencia dominante, establecida por Koresh. 

Y efectivamente, Koresh restituyó los derechos también, a los Cohanim de los Templos en Bavel (después de Nabunaid, el último rey babilónico, que los expropió), y también autorizo la rehabilitación de muchos santuarios [6] en el ámbito de su reinado, y la restitución de los derechos de autonomía a muchos pueblos, para que sean “todas las provincias del rey, de provincia en provincia, conforme a la escritura de ella, y de pueblo en pueblo, conforme a su lengua, ordenando que todo hombre sea señor en su propia casa, y hable según el lenguaje de su pueblo (no del pueblo de su esposa)” (Ester, capítulo 1, versículo 22).

A diferencia de la maldad y la crueldad babilónica, no cabe duda que ésta, es una “redención mesiánica”, pero a mí me resulta difícil aceptar el auspicio persa, tanto como el británico, en particular con la idolatría persa, que el Señor de  los cielos, les permite a todos los pueblos y personas, su visión. Bendito sea Dios, que me ha traído al mundo, para el renacimiento del Estado judío independiente, y yo le rezo a Él, sin mediadores ajenos y con total libertad.

Tengo la misma dura sensación, al leer la miserable lista [7] de los elementos de la casa de Dios, emitida por “Koresh rey de Persia,  por mano de Mitradat el tesorero, el cual los dio a Shashbatzar, príncipe de Yehudá” (Capítulo 1, versículo 8). Gracias a Dios, no debemos humillarnos, sonreír y decir “gracias”, conscientes de que la mayoría de los elementos del Templo quedaron allí tras haber sido robados, en los santuarios de los dioses; que gracias a Dios, ya todos fueron destruidos.

Por ende, es difícil maravillarse por el hecho de que tras la gran Aliá, la gran inmigración a Tzión y a Ierushalaim, Koresh frenó la construcción y congeló todo, teniendo en cuenta las duras protestas de los pueblos de alrededor [8].

Y así sucedió también en la época del Mandato Británico, en los años posteriores a la Declaración Balfour, que los británicos se esforzaron por minimizar y desentenderse de ella, en los días del “Hogar Nacional” judío en la Tierra de Israel.
Gentileza sitio 929.

 

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