¿Qué es lo que llevó a la familia de Naomí de una crisis tan importante en el inicio del relato, al punto culminante al que arribó al final del mismo?
La palabra adecuada para describir lo que sucede en los primeros cinco versículos que abren el libro es “tragedia”. Un hombre de Beit Lejem Iehudá desciende con su familia a la tierra de Moab, y allí les sucede lo malo: el hombre muere, sus hijos se asimilan y mueren, sin continuidad, y así queda su esposa Naomí, doliente y viuda, de sus dos hijos y de su esposo.
Si nos solicitaran imaginar el horizonte de un relato similar a éste, parece que deberíamos recurrir a una gran creatividad para hallar lo bueno. Y he aquí, que al final del relato bíblico de cuatro capítulos, Naomí tiene un hijo, su nombre, Oved, y es nada menos, el padre de Ishay, el padre de David, rey de Israel. ¿Cómo sucedió? ¿Qué es lo que llevó a esta familia de una crisis tan grande, al punto culminante que alcanzó, la encrucijada de la vida de la nación?
Parece que debemos comprender el contexto histórico bíblico, la época y los procesos que se registran en ella. La Meguilá, el libro de Rut, comienza con cuatro palabras: “Y aconteció en los días en que gobernaban los jueces”, y en ellas el texto coloca la base de los sucesos. Alude a un reino, la sociedad o el pensamiento público inexistentes, y a la vivencia de vida en cuyo centro se halla el individuo. Dicha vivencia fue difícil de sobrellevar para el hombre llamado Elimelej, y en una especie de desilusión se levantó y abandonó la contienda.
La Meguilá comienza con “cuando gobernaban los jueces”, y en su último fragmento, nace David el rey de Israel. En el medio, un movimiento de un extremo a otro, desde una concepción de vida de “que cada uno hará lo que le parece correcto”, a una postura en la cual las personas asumen una responsabilidad. De una posición en la cual una joven moabita que retorna de los campos de Moab es rechazada, a una situación en la cual “sabe toda la asamblea de mi pueblo que eres mujer de acendrada virtud” (Capítulo 3, versículo 11). Las palabras que cierran el libro: “E Ishay engendró a David” (Capítulo 4, versículo 22), es como que le conceden una forma de horizonte al relato. Aquí está la casa del creador, un lecho de flores que hizo florecer al hombre. Aquí están arraigadas las bases de la vida de David, el rey de Israel.
Extraído del prólogo al libro “Meguilat Neemanim”, de Ediciones Kiriat Haieshivá Beit El.