Shlomó pidió la sabiduría con modestia y humildad a fin de que a través de la misma pueda hacer el bien para Israel. Pero si observamos detenidamente el libro Kohelet, Eclesiastés, encontramos una figura totalmente diferente.
Shlomó pidió la sabiduría con modestia y humildad a fin de que a través de la misma pueda hacer el bien para Israel. Inició emprendimientos de construcción colosales, pero su objetivo era fortificar la tierra y fortalecer el estatus del pueblo. En la cima de sus proyectos colocó la construcción del Beit Hamikdash, el Gran Templo, que eleva al pueblo a nivel espiritual y lo lleva a la completud deseada. Su comida y bebida y la gloria de su reino también aportaron lo suyo para que los pueblos admiraran a Israel. Aquí la sabiduría era un medio, no un fin.
En el libro Mishlei, Proverbios, la sabiduría se convierte en el valor más importante y elevado de todos, pero el significado de la sabiduría se amplía. No se trata solamente de una “sabiduría mental” sino “una sabiduría del corazón”. La misma se identifica con la realización del bien y el temor reverencial a Dios.
En el libro Kohelet, las cosas son un tanto diferentes. Kohelet hizo todo lo dicho sobre Shlomó en nuestro libro, pidió sabiduría y recibió riqueza, honores y todo el confort. Pero su imagen es completamente diferente; él y su sabiduría no vinieron a prestar un servicio al pueblo, sino lo contrario. El rey es el Estado, una figura egocéntrica, y todo lo que hace, lo hace en función de sí mismo. ¡Yo!¡Yo!¡Yo!
Kohelet revela el dilema de Shlomó, la encrucijada de su vida. Lo ataca con una autocrítica incisiva y niega el lado interesante de su personalidad. Esta crítica fue en aumento en el final de sus días, en su vejez, cuando su reino se deterioró y sus emprendimientos colapsaron y todo lo que hizo, finalmente quedó empequeñecido por su muerte. En la base de las acciones de Shlomó estaba la aspiración de elevarse a las alturas por sobre el poder del hombre, y finalmente, a Shlomó, el Sabio, le falta esa misma modestia que caracterizó su pedido al comienzo.
Editado por el equipo del sitio del Tanaj, extraído del libro “Mikdah Melej-Iyunim beSefer Melajim”, de ediciones Midreshet HaGolán