Los Sabios de la corriente del “Musar” (o del judaísmo ultraortodoxo del siglo XIX, que promulgaba un comportamiento moral y ético) se refieren muy recurrentemente a la “cualidad (virtud) de confianza”, no obstante en la Parashá (sección) de Ekev la Torá nos educa hacia la “falta de confianza” en nosotros mismos y hace hincapié en la necesidad de la constante dependencia de Dios y su Torá, a fin de vivir en la tierra de Israel. La santidad de la tierra queda reflejada en la amenaza constante del exilio.
La Parashá de Ekev hace hincapié en que el hombre es dependiente de Dios. Moshé Rabenu le explica a los hijos de Israel, que la tierra de Israel es diferente de la tierra de Egipto: en ella, la agricultura no se apoya en el riego de los ríos, sino en “la lluvia del cielo” (Versículo 11). Los comentaristas del texto bíblico nos explican que la intención de Moshé era la de transmitir un mensaje espiritual profundo:
“Porque esta tierra es mejor que la tierra de Egipto para aquellos que observan sus preceptos, y sin la observancia de los preceptos, es la peor de todas las tierras. Porque la tierra a la cual te diriges, no es como la tierra de Egipto, que no necesitan de lluvia, y ya sea que son buenos o pecan, a partir del trabajo de riego en sus campos tienen pan” (Comentario de Rashbam al versículo 10)
Es decir: la tierra de Israel depende más que otras tierras de la voluntad de Dios. En la tierra de Egipto hay un abastecimiento de agua natural y permanente. En la tierra de Israel, el abastecimiento de agua depende de un modo directo de la realización de la voluntad de Dios y del cumplimiento de los preceptos. El judaísmo alienta a la persona a avanzar, a actuar y a producir. Pero a la par de ello, le exige a la persona que sienta la dependencia de Dios.
Conforme a la opinión del Natziv (Rabí Naftalí Tzví Iehudá Berlín, 1816-1893), la Parashá de Ekev sale también en contra de la objeción de la percepción de la dependencia por motivos teológicos. El versículo determina: “No te digas a ti mismo…por mi mérito me ha traído Adonai para poseer esta tierra” (Capítulo 9, versículo 4). El Natziv explica: “que no estén seguros y confiados de que Dios no habrá de destruir la tierra de Israel de ninguna forma, incluso si ellos practicaran la idolatría” (Haemek Davar capítulo 9, versículo 4)
La Torá no desea que estemos totalmente seguros y confiados en que habremos de sobrevivir en la tierra, sin relación alguna con nuestros actos. Nuestra supervivencia en la tierra está supeditada a nuestro comportamiento. Siempre debemos sentir la dependencia de Dios, y esforzarnos para hacer lo bueno a sus ojos, a fin de tomar posesión de la tierra.
También Iejezkel lanza una advertencia contra aquellos que ven nuestra existencia eterna en la tierra como un hecho asegurado: “ los que habitan entre aquellas ruinas en la tierra de Israel señalan diciendo: uno solo era Abraham y él poseyó la tierra, pues nosotros somos muchos; a nosotros también ha sido dada la tierra en posesión!...así dice el Señor Dios: con la sangre comen, y alzan sus ojos a vuestros ídolos, y derraman la sangre, ¿y habrán de poseer la tierra? Ponen la confianza en vuestra espada, cometen abominación, y cada uno amancilla la mujer de su prójimo, ¿y habrán de poseer la tierra?!” (Yejezkel, capítulo 33, versículos 24-26)
Iejezkel hace hincapié en que la santidad de la tierra no se refleja en la promesa de asentamiento eterno en ella, sino al contrario: en el constante peligro del exilio. Debemos ser dignos de la tierra de Israel. Nuestro asentamiento en la tierra está supeditado todo el tiempo a la voluntad de Dios, quien nos retribuye por nuestros actos. Precisamente, en épocas difíciles, se fortalece nuestro reconocimiento de nuestra dependencia de Dios.
Editado por el equipo del sitio del Tanaj del libro "Perashot" publicado por "Maaliot"