"A pesar de que los reinos de Bavel, Babilonia y Ashur,Asiria, fueron los emisarios de Dios para castigar a Israel por sus malas acciones, Dios profetiza castigos severos y terribles contra ellos. ¿Dónde está la justicia Divina?"
Una dura profecía de reprensión se dirige a Israel en el capítulo 48 por haberse desviado de su destino eterno en el mundo. Son llamados en el nombre de Dios y juran por Su nombre, pero sus corazones no están completamente con Dios y adoran ídolos y otros astros. Dios les enfatiza que ya les había anunciado lo que sucedería como consecuencia de sus acciones, para que no atribuyeran los acontecimientos que les suceden a los ídolos o al azar, sino que supieran que Dios está detrás de todo y se arrepintieran. Dios los refina con sufrimientos, pero los protege constantemente para que el castigo no los destruya (capítulo 48, versículos 9-10).
Paralelamente, y algo antes en el orden de las profecías, en el capítulo 47, el profeta pronuncia una dura profecía de castigo contra Bavel, similar a la de Ashur. Un castigo duro acompañado de pérdida, destrucción y ruina que no podrán afrontar. El profeta compara a la hija de Bavel con una mujer delicada que vive segura, sintiendo que ninguna desgracia le ocurrirá, y he aquí que, de repente, llega su destrucción (capítulo 47, versículos 8-9).
Y aquí debemos preguntarnos: ¿Cómo es que Dios castiga tan severamente tanto a Ashur como a Bavel, que fueron Sus emisarios para castigar al pueblo de Israel por sus malas acciones? ¿Es esta la recompensa que merecen por cumplir el mandato de Dios? ¿Dónde está la justicia Divina, considerando que no tuvieron libre albedrío en estas acciones? Los comentaristas han tratado este tema ampliamente y han dado diferentes respuestas. De nuestro capítulo surgen dos respuestas principales:
La primera: Incluso cuando se cumple una misión, debe hacerse según la medida establecida por quien envía, pero Bavel actuó con mucha más maldad de lo que Dios ordenó: "Agravaste excesivamente tu yugo" (versículo 6). Así también lo explica Rambán (Shemot, capítulo 7, versículo 3).
La segunda: Un emisario debe ser consciente de que es solo un mensajero y someterse a quien lo envía. Sin embargo, tanto Ashur como Bavel se enorgullecieron enormemente y negaron a quien los envió: "de modo que dijiste en tu corazón: "¡Yo soy, y fuera de mí no hay otra" (versículo 10).
Ahora su misión termina y sus acciones se consideran en su contra, por lo que merecen un castigo.