La primera profecía de Bilam es una suerte de disculpa por el hecho de que no podrá maldecir a Israel. La segunda profecía explica por qué la maldición no tiene efecto sobre el pueblo de Israel.
La primera profecía (Capítulo 23, versículos 7-10)
La apertura de la profecía es una especie de breve introducción que relata lo que precedió a la profecía: en el versículo 7 Bilam describe el pedido de Balak y su camino rumbo a las llanuras de Moab, y en el versículo 8 él describe su postura como profeta hacia la voluntad de Dios y su imposibilidad de maldecir. En los versículos 9-10 él describe el estatus particular de Israel: las fuerzas imperantes sobre los otros pueblos no lo controlaban a él y no se lo puede considerar, es decir endilgarle una maldición a partir de un número. Finalmente, él se desea a sí mismo que su posteridad será como la posteridad de Israel, la cual, aparentemente es buena. Prestemos atención: en esta profecía no hay ninguna expresión positiva sobre las cualidades, los atributos y el destino de Israel. Todo lo allí citado está relacionado con el estatus de Israel en relación a la profecía de Bilam y a la capacidad de Bilam de maldecir o bendecir. Es decir, el contenido exclusivo de esta profecía es una suerte de disculpa y explicación de Bilam hacia Balak por no poder ejecutar su pedido.
La segunda profecía (Capítulo 23, Versículos 18-24)
La profecía comienza (Versículo 18) con un llamado al que solicita la profecía-Balak. Luego de ello, al tratarse de la segunda profecía, ella explica por qué su contenido no se ha modificado. Después de que en la primera profecía Bilam explicó que no puede maldecir a Israel si es que Dios no los maldice, ni tampoco hacer uso de elementos de pronóstico y similares, ya que no tienen fuerza contra Israel, él explica ahora que la expectativa de que algo vaya a cambiar por una modificación del lugar o la elevación de una ofrenda es infundada: “No es un hombre Dios para que me mienta” (Versículo 19). Y si dijeras que tal vez ha pecado Israel, motivo por el cual Dios estará dispuesto a maldecirlo, pues “No ha percibido iniquidad en Iaacov” (Versículo 21) y por consiguiente también “El Señor, su Dios, está con él” (Versículo 21). A continuación, Bilam vuelve a explicar que el pronóstico no es útil contra Israel, y hace hincapié en el vínculo fuerte entre Dios e Israel, que impide toda posibilidad de maldición: “Cual vigor de búfalo es para él” (Versículo 22).
Solo en el final de la profecía, figura algo que va más allá de la negativa de Bilam a maldecir o de la explicación de ello: “He aquí un pueblo que cual león se levanta…” (Versículo 24). A pesar de que los conceptos son muy generales, conciernen en forma directa a los problemas de Balak. La sospecha de Balak era “Ahora va a lamiscar esta multitud todos nuestros alrededores” (Capítulo 22, versículo 4) y él tenía la expectativa de que “tal vez pueda y lo derrotemos, y lo expulse de la tierra” (Capítulo 22, versículo 6); el versículo final de la segunda profecía establece justamente lo opuesto: él relata acerca del poder y la “crueldad” de Israel, y de ahí que Balak tienen un buen motivo para temer.
Editado por el equipo del sitio del Tanaj
Gentileza del sitio VBM de la Academia Rabínica "Har Etzion".