¿Qué provocó el enojo del profeta de Beit El?

¿Qué provocó el enojo del profeta de Beit El?

El profeta anciano, quien se mostró un tanto indiferente con la inauguración del altar en Beit El, de repente, despertó y clamó como si hubiera sufrido una mordedura de serpiente, cuando sus hijos le compartieron los conceptos pronunciados allí por el varón de Dios. ¿Qué es lo que provocó el enojo del profeta de Beit El?

A partir del texto se infiere que el profeta anciano creyó en la profecía del varón de Dios de Iehudá, y a pesar de ello, y precisamente por ello, se rebeló contra ella e intentó impedirla a través de la misma profecía y sus herramientas.

El profeta anciano tenía el camino despejado para autoanularse ante Dios y aceptarlo íntegramente. Podría haberse levantado y movilizado al pueblo para que retornaran a la senda correcta, a la Teshuvá, romper el becerro de oro y devolver a las tribus de Israel a su Padre Celestial, y de ese modo, anular el decreto.

Y sin embargo, el profeta de Beit El prefirió  el camino “fácil”: en lugar de estremecer el corazón del pueblo y actuar en pos de un cambio y una mejora en la tierra, prefirió modificar el curso de los acontecimientos en el cielo.

¿Qué es lo que provocó el enojo del profeta de Beit El?

Parece que creyó en la profecía del varón de Dios de Iehudá y no vino a defender a los becerros de Yarovam, sino que salió a combatir furiosamente contra la resolución y finalidad  de su profecía. La profecía del varón de Dios que le prohibió a Israel la satisfacción y comparó a Beit El con una ciudad idólatra y él vino para legitimar a las tribus de Israel a toda costa.

“Yo también soy profeta así como tú” (versículo 18), que declare el profeta de Beit El, no era una mera jactancia personal sino el deseo de comparar a Israel y a Iehudá, con todo, con la profecía y con el reino. Así como se mantuvo en su estatus como profeta, del mismo modo luchó por el lugar del reino de Israel bajo el liderazgo de la tribu de Efraim sobre las diez tribus de Israel, también tiene un lugar en el mundo y no debe ser anulado.

En este punto había un núcleo de verdad en sus conceptos y eso lo llevó a luchar deseperadamente hasta el final. De hecho, una ciudad idólatra está prohibida, pero la “Halajá”, la ley religiosa judía indica: Una ciudad no es considerada idólatra, hasta que la mayoría no esté dedicada al paganism. Pero si se convirtió en idólatra la mayoría de una tribu, serán juzgados como individuos” (Rambam, Leyes de Idolatría 4,2).

Lo público tiene un valor específico y no se lo puede borrar ni anular. Si el pecado se profundizó, y todo el público pecó, se debe retroceder y dividirlo en sus componentes individuales y abordarlos de un modo particular. La pérdida de una tribu de Israel no es solo  un problema de la misma, sino que afecta profundamente a todo el pueblo. El pueblo de Israel está construido sobre doce pilares, y la caída de uno de ellos socava la misma existencia de todas las tribus.

En este punto, el profeta de Beit El negó los conceptos de la profecía y cuestionó que hayan sido expresados desde el cielo. Ante la profecía del varón de Dios de Iehudá, que rechazó de un modo ostensible y firme a Beit El y junto a ella, al reino de las diez tribus, el profeta anciano present otro valor que también es Torá: “para que el desterrado no permanezca alejado de Él” (Shmuel II, capítulo 14, versículo 14)

Editado por el equipo del sitio del Tanaj, extraído del libro “Mikdash Melej-Iyunim beSefer Melajim”, de ediciones Midreshet HaGolán.

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