¿Quien construyo el tabernáculo?

¿Quien construyo el tabernáculo?

Así fué acabada la obra del Tabernáculo de la tienda de la reunión; pues hicieron los hijos de Israel conforme a todo lo que había mandado el Señor a Moshé; así lo hicieron. 39, 32

La comprensión de este versículo – que resume la construcción del Tabernáculo es nada fácil. ¿Acaso fue construido por los hijos de Israel? R. Moshé Alshej, en su comentario al Pentateuco enuncia el principio que toda actividad humana no se lleva a cabo por la fuerza y la habilidad humanas sino gracias a la asistencia del Creador:

Aún cuando el Santo, alabado sea, asiste aquellos que ejecutan Sus mandamientos, atribuye, no obstante, su ejecución a quien lo hizo. He aquí que la construcción del Tabernáculo fue atribuida por las Escrituras a los israelitas, a pesar que no eran diestros en las diversas labores y que para llevarlas a cabo contaron con la colaboración directa de Dios.

Este principio, puede decirse, es aplicable a cualquier obra humana mencionada en la Torá, pues sabemos que ningún hombre puede realizar algo por sí mismo si no es asistido por el Señor, tal como leemos:

Antes bien, te acordarás del Señor, tu Dios, porque El es quien te da poder para adquirir riquezas.                                                                             Devarim 8, 18

Pero, la dificultad persiste. Está enunciado explícitamente que los constructores del Tabernáculo fueron: “Betzalel y Oholiav y todo hombre de capacidades artísticas, en quienes el Señor ha puesto sabiduría y entendimiento para saber hacer toda la obra para el servicio del Santuario” (36, 1) y “también toda mujer hábil para ello” (35, 25), ¿cómo entonces puede la Torá atribuir la ejecución de la obra a los hijos de Israel? Rabí Jaim Ibn-Atar – autor del “Or Ha-jayim” – proporciona una respuesta muy interesante:

La intención del texto, es, evidentemente, enseñarnos la responsabilidad colectiva de la comunidad por el cumplimiento de los preceptos de la Torá, que fue promulgada para ser observada conjuntamente por todo el pueblo de Israel. Cada individuo contribuirá en su cumplimiento en la medida de sus posibilidades. Es probable que el precepto: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” alude a esto, es decir, amarás a aquel por ser como tu misma persona. El bienestar de tu prójimo contribuirá al tuyo propio. A través de él alcanzarás tu propia perfección, por lo que podemos decir, que tu prójimo no es un extraño, sino que es tú mismo. Es imposible para un solo hombre cumplir todos los preceptos que el Señor promulgó. Hay preceptos especiales para sacerdotes, para levitas, para hombres y para mujeres, etc. De modo que es prácticamente imposible para un sólo individuo observar todos los preceptos y alcanzar la perfección simbolizada por la correspondencia de los 613 preceptos con los 613 partes del cuerpo humano, 248 miembros y 365 venas. La respuesta es que la Torá sólo puede ser observada colectivamente, haciéndose meritorio cada individuo con la observancia de los preceptos de su prójimo, y viceversa. Nuestra Torá es una ley social designada para ser observada en comunidad; no fue promulgada para un Robinson Crusoe solitario en su isla. La ley fue promulgada para todo el pueblo judío, para todas las clases, para grandes y para pequeños, mediante un pacto con

“… Vuestras cabezas de vuestras tribus, vuestros ancianos y vuestros magistrados, con todos los hombres de Israel.                        Devarim 29, 9

Vuestros niños, vuestras mujeres y el extranjero que está en medio de tu campamento, desde tu leñador hasta tu aguador …                                       29, 10

Y no solamente con vosotros hago este pacto y este juramento                  29, 13

Sino con aquel que está aquí con nosotros hoy delante del Señor nuestro Dios …”                                                                                                                  29, 14

 Todo esto significa que la Torá puede ser cumplida sólo por la totalidad de la nación. También el Tabernáculo pudo ser construído sólo con la participación de todo el pueblo. El Midrash desarrolla esta idea cuando comenta el acto de contribución de los príncipes, cuya conducta llama la atención, pues tiene lugar después del generoso torrente de donaciones del pueblo: “toda persona a quien su corazón le impulsó” y “todo aquel cuyo espíritu le movió a liberalidad”, “así hombres como mujeres”; “tanbién todo hombre presentó una ofrenda de oro”; “todas las mujeres cuyo corazón las impulsó en su sabiduría”. Sólo, después de todo este despliegue de generosidad son mencionados los príncipes. El Midrash condenó su separatismo:

    Bamidbar Rabá 12, 19:

“Entonces los príncipes de Israel … presentaron” (Bamidbar 7, 2) ¿Que sucedió que los príncipes se apuraron y acudieron los primeros a ofrendar sacrificios, mientras que en la construcción del Tabernáculo se dejaron estar y sólo al final, después que todos hubieron ya contribuído, trajeron las piedras de ónix?

El motivo fue la proclama de Moshé: “Todo aquel que es de corazón liberal, traerá la ofrenda para el Señor” (35, 5). No se dirigió a los príncipes sino a todo el pueblo. Esto no fue de su agrado.

Dijeron los príncipes: Esperemos a que el pueblo contribuya con lo que pueda. Nosotros completaremos lo que falte.

Regocijóse todo el pueblo con la obra del Tabernáculo y trajeron toda ofrenda con diligencia. Mira lo que está escrito: “Vinieron, pues, así hombres como mujeres”, se agolpaban, pujaban y acudían hombres y mujeres en mescolanza. Y transcurrieron sólo dos mañanas y trajeron todo lo necesario, pues está escrito: “y mientras tanto seguían trayéndole ofrendas voluntarias mañana tras mañana” y más adelante leemos: “pues ya había materiales suficientes para hacer toda la obra, y aun sobraba”. Los príncipes quisieron traer su contribución al cabo de dos días, pero no pudieron, pues Moshé ya había ordenado que pregonaran por el campamento diciendo: “Ni hombre ni mujer prepare más material”. Los príncipes estaban afligidos por que no alcanzaron a contribuír a la obra del Tabernáculo. Decían los príncipes: Dado que no logramos contribuír para el Tabernáculo, daremos por lo menos para las vestiduras del Sumo Sacerdote. (Según leemos: “Los príncipes también trajeron piedras de ónix” [35, 27].)

Dijo el Altísimo, alabado sea: “A mis hijos, que se apuraron en contribuir, los mencionaré en la Torá que ofrendaron ‘y aún sobraba’, pero a los príncipes, que fueron remisos, les será omitida una letra de su título. En efecto, está escrito en lugar de נשיאים. Cuando el Tabernáculo fue terminado, se apuraron y ofrendaron su sacrificio con toda diligencia.

Aún cuando el Midrash observa que después de la erección del Tabernáculo se apuraron los príncipes a rectificar su falta, quedó, sin embargo, el recuerdo de su conducta como una admonición para el futuro. Rabí S. R. Hirsch, en su comentario escrito en alemán, desarrolla el tema del Midrash:

Los príncipes consideraron afrentosa para la dignidad de su rango la proclama que Moshé dirigió al pueblo. No se apuraron a participar en la contribución del pueblo pues tenían la esperanza que la contribución popular no sería suficiente. Pero, la generosidad del pueblo hizo malograr sus planes, dejándolos sólo con la posibilidad de contribuir con las piedras de ónix y otros artículos necesarios para las vestiduras del Sumo Sacerdote. Lo incorrecto de esta manera de pensar consistió en colocarse en un plano superior y aparte del resto del pueblo en un momento de tal movilización, en lugar de participar con sus hermanos en la obra. Esta falta la insinúa la escritura deficiente de su título. No merecieron el título perfecto de Nasí en aquella hora. Nuestros maestros intuyeron una alusión a la suprema importancia de la unidad entre todos los sectores del pueblo en una variación gramatical similarmente insignificante en las Escrituras. En el capítulo 19 de Shemot es relatada la travesía de los hijos de Israel hacia el desierto del Sinay, y hacia la meta, el monte Sinay donde habrían de recibir la Torá. Cada etapa de su trayecto es descrita en plural, salvo la última, que está en singular:

19, 1: “A principios del tercer mes, después de haber salido los hijos de Israel de la tierra de Egipto, en ese mismo día llegaron al desierto del Sinay

y viajaron desde Refidim,

y vinieron al desierto del Sinay,

y acamparon en el desierto,

de suerte que Israel acampó allí frente al monte”

Nuestros Sabios comentaron esta variación gramatical de la manera siguiente:

Vayikrá Rabá 9, 9:

¡¡Grande es el valor de la paz! Pues en todos los viajes de los hijos de Israel está escrito: “viajaron, vinieron, acamparon”. Viajaban divididos y acampaban divididos, pero, cuando llegaron frente al monte Sinay, acampó Israel como un solo hombre. Esto es el significado de “Israel acampó allí”. Observa bien que no está escrito “acamparon allí los hijos de Israel” sino que está escrito “Israel acampó allí”. Dijo en ese momento el Santo, alabado sea: “¡Esta es una hora propicia para dar la Torá a Mis hijos!”

Tomado de:  “Reflexiones sobre la Parasha”, Prof. Nejama Leibowitz, publicado por el Departamento de Educación y Cultura Religiosa para la Diáspora de la  Organización Sionista Mundial, Jerusalén, 1986  Págs. 124-128.

 

 

 

 

 

 

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