La alianza con Hashem, muchas veces implica dolor, pero la mano que infringe dolor es la misma que coloca el vendaje:” porque Él ha desgarrado, y nos sanará; Él ha herido, y nos vendará” (Versículo 1). Nuestro patriarca Abraham es la persona que logra elevarse por sobre el dolor y el renunciamiento personales, y contemplar el cuadro de la gran alianza, que concede vida.
El capítulo comienza con golpes. El mundo está lleno de golpes, ¿qué hay de nuevo? He aquí, que en todo ámbito de juegos hay un matón que pega, y el buen amigo que consuela y venda. En nuestro relato se trata de uno que cumple las dos funciones: la mano que golpea es la que coloca el vendaje. Una paradoja total.
Retornen a Hashem, a Dios-” porque Él ha desgarrado, y nos sanará; Él ha herido, y nos vendará” (Versículo 1). El profeta que invita al pueblo a regresar a este ámbito, los invita a un círculo vicioso: el golpe, el vendaje y así sucesivamente. ¿Por qué habrían de escucharlo?
En la respuesta, Hosheales insinúa-los envía al mundo de nuestro patriarca Abraham, quien se recupera (según Jazal, nuestros Sabios de Bendita Memoria y la sucesión de las Parashiot, las secciones de la Torá) de las heridas de la circuncisión que atravesó, y al tercer día de la misma recibe a los ángeles y a la misma Divinidad: “Nos dará la vida en un par de días, y en el día tercero nos levantará, para que vivamos en Su presencia” (Versículo 2).
Toda alianza que se gesta en el mundo conlleva dolor. No es casual que los grandes pactos implican sangre, el Brit Milá (la circuncisión) y el Brit Bein Habetarim (Pacto entre las Partes). Cuando dos referentes se comprometen uno con el otro, algo debe sr cortado, conlleva sangre y dolor. Y aun así, la palabra vida se repite dos veces en el versículo-“Nos dará la vida”, “para que vivamos”. La alianza provoca dolor, pero también crea una nueva vida.
Abraham aceptó con amor las heridas de su pacto con Dios y su costo: la aparición de Dios en su vida. El intento del sacrificio de Itzjak demostró que en pos del pacto está dispuesto también a pagar el costo más alto. Abraham es la persona que logra elevarse por sobre el dolor y el renunciamiento personales y ver el cuadro del gran pacto, que concede vida.
No todos son como él. Algunos de los sobrevivientes de la Shoá, por ejemplo, experimentaron la crueldad de la vida para con ellos, como la violación del pacto por parte de Dios. El diluvio, la destrucción que asoló a la humanidad en esa época, desde su concepción vacío al pacto de contenido. Y por consiguiente, se negaron a “jugar el juego”, constituir familiar y dar a luz. Violación contra violación, falta de vida contra falta de vida.
Nuestro capitulo, como muchos otros capítulos de Hoshea, describe un pacto que ha sido violado. El precio de ese pacto es doloroso, asesinatos y sangre derramada. No está del todo claro de quién es la sangre, ¿de las víctimas humanas? ¿De los animales para las ofrendas, ya que Dios prefiere la misericordia por sobre los sacrificios? “Porque quiero la misericordia y no el sacrificio, y el conocimiento de Dios más que los holocaustos” (Versículo 6).
Hoshea nos envía al mundo de la piedad de Abraham. Al igual que Abraham, él cree en el pacto, le solicita al pueblo que retorne a Dios, que procure un sistema de relaciones sin el cual, el mundo no tiene sentido, y dentro de ese sistema, una lluvia curativa, un amanecer que emerge tras una noche difícil, una vida.
Gentileza sitio 929