Arco y espada

Arco y espada

El arco y la espada juntos, son el símbolo de la guerra. Además, la vanagloria por su fuerza, le fue negada a Israel, y es constantemente rechazada a lo largo de todo el Tanaj. Solo ahora, tras la muerte heroica de Shaúl, David toma la espada y le dedica canciones de alabanza y admiración. 

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En su lamentación, David recuerda el arco de Yehonatán y la espada de Shaúl que no retornaron de la guerra en el Guilboa: “el arco de Yehonatán no se retraía, y la espada de Shaúl no volvía vacía” (Versículo 22). Conjuntamente, el arco y la espada son el símbolo de la guerra. Además, el hecho de vanagloriarse del poder le es negado a Israel y es permanentemente rechazado a lo largo de todo el Tanaj.

A pesar de que los combatientes de Yehoshua, seguramente  utilizaron la espada y el arco, deben internalizar que no ganaron la guerra por el arco y la espada sino por la fuerza superior, que impone su temor sobre los pueblos y los destruye. Se registra el caso de un rey de Israel que no movio ni un dedo en pos de la victoria, sino que fue el profeta Elisha quien llevo al ejercito de Aram al Shomrón, golpeado por la ceguera: “Entonces el rey de Israel, luego que los vio, dijo a Elishá: ¿Los heriré?, ¿los heriré, padre mío? Mas él dijo: "No los hieras; ¿los has cautivado, acaso, con tu arco y con tu espada, para que quieras matarlos?” (Melajim II, capítulo 6, versículos 21-22). En el libro Tehilim Salmos, los hijos de Koraj dicen: “Porque no por su espada heredaron la tierra, ni los salvó su propio brazo... Porque no confío en mi arco, ni mi espada me salvará” (Capítulo 44, versículos 4-7)

 

 

Parece que todos estos escritos y otros, están dirigidos contra los conceptos de Iaacov, quien dijo: “Pero yo te he dado una parte más sobre la de tus hermanos, la que conquisté de manos del Emorí con mi espada y mi arco” (Bereshit, capítulo 48, versículo 22), y fueron pronunciados a fin de acotar y determinar que la guerra es para Dios. Es probable que en el caso de los patriarcas es tan integra la identidad entre la persona y la voluntad de Dios, hasta el punto que no hay duda del reconocimiento de la persona con sus actos y la sensación de involucramiento en los actos de la creación, pero las cosas cambian en las siguientes generaciones, cuando se trata del pueblo de Israel todo.

 

 

En el éxodo de Egipto son destacadas la inacción y la falta de involucramiento del pueblo “Adonai regirá la batalla por vosotros, pero ustedes habrán de sumirse en silencio” (Shemot, capítulo 14, versículo 14). El hecho sobresale particularmente, en la reconstrucción y la descripción de la historia de la salida en los libros de los profetas. Allí todo acontece por mano de Dios y sin la participación del pueblo. Ahora, tras la muerte heroica de Shaúl, David toma la espada y le dedica canciones de alabanza y admiración.
 

 

Editado por el equipo del sitio del Tanaj, extraido del libro “Oz Melej-Iyunim beSefer Shmuel”, de ediciones “Midreshet HaGolán”

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