Conocemos muy bien fenómenos similares en la tercera y cuarta generación después de la Shoá y la destrucción de la diáspora europea, y en la tercera generación tras el renacimiento del Estado de Israel en la tierra de Israel. Todo se está volviendo un poco evidente.
El gran cambio descripto en el capítulo es el surgimiento de una nueva generación “que no conocían al Eterno, ni la obra que Él había hecho por Israel” (versículo 10)-la nueva generación se caracterizó por el hecho mismo de que el asentamiento del pueblo de Israel en la tierra de los patriarcas ya no es considerado por ellos como un gran milagro y una increíble maravilla y gracia de Dios para con Israel, sino como una simple realidad natural. Como si así hubiera sido desde los seis días de la creación; todos los episodios del éxodo de Egipto con el ingreso a la tierra y el asentamiento fueron contemplados, en el mejor de los casos, como cuentos antiguos, y la influencia pagana cananea se fortaleció mucho.
Conocemos muy bien fenómenos similares en la tercera y cuarta generación después de la Shoá y la destrucción de la diáspora europea, y en la tercera generación luego del renacimiento del Estado de Israel en la tierra de Israel.
La amenaza constante de los malos vecinos recibió ahora una nueva connotación-Dios los ha dejado en la tierra y a su alrededor, “y no los entregó en mano de Yehoshua”, “para poner a prueba a Israel” (Versículos 22-23), para comprobar si es que preservarán el pacto y continuarán en la senda de Dios-y de no ser así, los vecinos malvados se convertirán en el flagelo y castigo para el pueblo de Israel.
Además, muchos en la nueva generación tampoco sabían guerrear en forma adecuada, y por ello las fronteras fueron violadas, y los malos vecinos, cada tanto, tomaban el control en las zonas del asentamiento israelí; parte de las tribus de Israel estaban bajo una conquista ajena y opresora, y se convirtieron fácilmente de conquistadores en conquistados, y de victoriosos en humillados. Hasta que surgieron los jueces (líderes) salvadores y conocedores de la guerra, que sabían hacer estragos entre los enemigos, y enseñarles a los hijos de Israel qué es una guerra digna-“Solo para que sepan las generaciones de los hijos de Israel, para entrenarlos en el arte de la guerra, solo para aquellos que anteriormente no la habían conocido” (Capítulo 3, versículos 1-2).
El olvido del legado de la batalla de Moshé y Yehoshua asoma a la par del olvido de la Torá, y con el debilitamiento del reconocimiento por parte de los hijos de Israel de su singularidad en su fe y en su Torá, a diferencia de otros pueblos.
Gentileza del sitio 929.