Al concluir la construcción del Templo, la “Shejiná”, la Presencia Divina no desciende inmediatamente como se daba a la finalización de la construcción del Mishkán, el Tabernáculo, sino tan solo después de la congregación del pueblo, las plegarias y los sacrificios. ¿Por qué?
En el desierto, los israelitas se agruparon a la sombra de la presencia Divina que dirigía todas su vidas con una protección adjunta y revelada. En un mundo como éste, en el cual se refleja la Presencia Divina que los acompaña en todo momento, incluso la inspiración de la Presencia Divina en el Mishkán se da por sentada. Una vez que la construcción está lista y el Mishkán fue erigido, pues es hora que la Presencia Divina descienda y no se requieren preparativos adicionales.
En la Tierra de Israel la realidad espiritual y la conducción Divina difieren en su propósito. Desde el momento del ingreso de los israelitas a la Tierra, comenzó una conducción por la vía natural. La vida ingresó en una senda en la cual la Presencia Divina no acompaña a Israel en el manejo de su vida cotidiana. En un mundo de estas características, el descenso de la Shejiná y el establecimiento de una presencia permanente de la gloria de Dios en el mundo de la persona, un acto que se supone que sucede como algo obvio. La persona debe invitar a Dios a su mundo, dirigirse a Dios, expresar su reconocimiento y el aprecio por el Rey de los reyes, manifestar el anhelo humano de un encuentro terrenal entre la persona y Dios, anunciar su disposición para ello, percibir el temor reverencial apropiado hacia el Creador y solicitarle al Rey que se haga presente en su Santuario. Al declarar la persona “Yo con empeño he edificado casa de habitación para Ti, morada estable donde hagas mansión, por los siglos venideros” (Melajim I, capítulo 8, versículo 13, y también en Divrei Haiamim, Crónicas II, capítulo 6, versículo 2) e invita a Dios al sitio que le ha preparado para que more en nuestro mundo (“una morada estable para que habites”), entonces Dios abandona el Cielo y el Cielo de los cielos y desciende al mundo de las personas a la Casa que fue construida para que Él more en el seno de Israel.
Además de ello, en momentos en que Israel pasa por una gran abundancia económica, como en el momento de la inauguración del Templo de Shlomó, su participación e involucramiento en la inauguración del Templo y la inspiración de la Shejiná en su interior es más que importante, ya que la realidad de su vida puede derivar en “que se enaltezca tu corazón y que olvides a Hashem tu Dios” (Devarim, capítulo 8, versículo 14). El gran interrogante que afronta el pueblo es si podrá canalizar la abundancia de oro y plata hacia lo elevado y utilizarla para embellecer el Templo o lo utilizará solamente para su propio beneficio y satisfacción. Por ende, el rey y el pueblo deben tomar parte activa en el proceso de instalación de la Shejiná en el Templo a fin de renovar y sentir el sentido de la Shejiná, la Presencia Divina en su mundo, debido a que la situación politico-económica puede hacerles olvidar este hecho. Esto, en el Mishkán, el Tabernáculo, no era necesario, ya que los israelitas se encontraban en la mesa de Dios que les proveía sus necesidades de un modo controlado.
Editado por el equipo del sitio del Tanaj.
Cortesía sitio VBM de la Academia Rabínica “Har Etzion”.