"Ve a Paroh", es el mandato divino, "porque yo he agravado su corazón y el corazón de sus siervos" (X,1). Moshé y Aarón son los enviados divinos, cuya misión es sacar a los judíos de Egipto. Paroh sin embargo no dejará salir a los judíos de Egipto, y aquí vemos nuevamente a la Hashgajá, la Providencia. La salida de Egipto se convertiría en la unión de Israel con el Señor, el pacto divino entre Ds' y su pueblo, y por lo tanto debía ser un magno acontecimiento, donde hasta los elementos naturales fuesen trastornados.
El feroz Faraón sería castigado, y con él, Egipto todo y sus dioses. Más no solo ello Paroh pierde toda individualidad, toda personalidad. Se convierte en un juguete en manos del Destino. Sus consejeros le dicen: "Aún no sabes que Egipto está perdida" (X,7). Y sin embargo Paroh no puede ya razonar ni pensar, su obstinación crece con su furia, echa a Moshé y Aarón y lleva a la destrucción al Egipto todo. Ni siquiera son ya dueños de sus actos, ciegos instintos los guían, pero el gran día se avecina el día de la Redención.
Las plagas de Egipto fueron la liberación material del pueblo judío, y la destrucción de la fortaleza Egipcia. Como hemos hecho notar, no sólo Egipto sufrió de ellas, sino; también sus dioses. La primera de las diez plagas fue la de la sangre. Las aguas del Nilo enrojecieron de pronto y con ellas Egipto comenzó a trastabillar. Más aquí el sentido es doble, no se trata solamente de una acción material, es, podríamos decir, una revolución espiritual. El Nilo era considerado por los antiguos egipcios sagrado, y he aquí que se convertía en fuente de males y calamidades por su pueblo, primero la “sangre” y luego las "ranas": Tzfardea.
Las plagas destruyeron pues el orgullo egipcio, y en cierta manera el sacrificio de Pesaj era también una demostración contra las supersticiones de aquel pueblo. Ya en los tiempos de Josef los egipcios no pudieron comer con los hijos de Israel, ya que estos comían carne, cosa abominable para los egipcios, que creían en “animales sagrados". El Korban-Hapesaj fue en ese sentido la liberación espiritual del pueblo judío, como nos muestra el Talmud al decir que la sangre del Pesaj, fue la causa de la redención. La sangre del Pesaj fue pues, lo que distinguía a los idólatras egipcios, de los judíos que habían abandonado esas supersticiones.
El Korban-Pesaj se convirtió en un precepto eterno, y el Seder es el que lo eterniza luego de la destrucción del templo y la Diáspora.
En esta Parashá encontramos el primer precepto al pueblo judío. El del Pesaj, comienza pues el periodo legislativo de los hijos de Israel.
El Pesaj está unido sin embargo a otro precepto, el del Jodesh. Y nos detendremos aquí brevemente para analizarlo.
Las festividades judías están unidas al calendario judío que se diferencia del uso civil. Pesaj, Shavuot y Sucot debían coincidir con determinados periodos climatológicos, primavera, verano y otoño (crecimiento, cosecha y recolección), pues el carácter histórico religioso de estas festividades está unido a su carácter naturalista. Este concepto está unido al año solar, pues para que coincidan las dos festividades, deben transcurrir entre ellas un año solar (365 días).
El calendario religioso sin embargo está unido también al Shabat, a la semana y al mes lunar. El año es solar y el mes lunar y de aquí la particularidad del año hebreo que teniendo 12 meses, tiene 354 días, y por ello cada cuatro años aproximadamente, es agregado otro mes, Jodesh Haibur. El calendario hebreo tiene de acuerdo a este método las ventajas del año lunar y del solar con los conceptos exactos de año y mes, concepto este último que en el calendario solar es arbitrario.
El Jodesh mes de Nisan se habría de convertir en el primero de los meses judíos, indicando con esto el comienzo de la vida judía, de la redención. El Jodesh Nisan, es el mes de la liberación, y este sentido se lo debe especialmente a la festividad de Pesaj que eterniza este recuerdo. Pesaj no es solamente un recuerdo, es una impresión vívida que deja rastros indelebles en el alma humana, cumpliendo el precepto de los Jajamim. "Cada hombre debe verse como si él hubiese salido de Egipto”.
Los sucesos de Egipto son la unión con el pueblo de Israel, y esta unión se renueva en cada precepto y Mitzva. Es por ello que en los principales preceptos vemos el “Zejer Litziat Mitzraim, Recuerdo de la salida de Egipto”.
En esta Parashá encontramos pues los primeros preceptos, entre ellos de los Tefilin, las filacterias: “Y serán señal en tu brazo y recuerdo entre tus ojos", para que la Torá del Señor esté siempre en tus labios. Este precepto, es pues el de los Tefilin, Tefilin. Shel lad (de la mano), y Tefilin Shel Rosh (de la cabeza). La tefilá (oración) de Hanajat-Tefilin, nos habla del sentido y significado de las filacterias. En efecto, los 2 Tefilin simbolizan los dos principios de la vida humana, teoría y práctica, pensamiento y acción. Además el de la mano, se coloca frente al corazón, agregando así el sentimiento. Es decir los Tefilin nos muestran la senda del entendimiento, sentimiento y acción. En este doble principio del entendimiento y acción está por otra parte oculto uno de los principios máximos del judaísmo.
El Talmud luego de una pequeña disputa entre los sabios judíos, llega a su clásica decisión:
“תלמוד גדול שהתלמוד מביא לידי מעשה"
“Grande es la teoría (Talmud), pues la teoría lleva a la práctica”.
La discusión entre los sabios del Talmud era sobre cuál de los dos principios, el estudio (teoría), ó las acciones era más importante. Y he aquí que llegamos a esta paradójica conclusión. El estudio es más importante porque lleva a la práctica”.
Sin embargo el sentido es bien sencillo.
Un Midrash nos relata que la destrucción y el Galuth fueron causados por una sencilla razón: “los judíos no bendecían antes de leer la Torá”.
“מפני שלא ברכו בתורה תחילה"
Uno de los comentadores observó que aquí se encuentra realmente nuestro principio. La base de la Torá indudablemente se halla en la práctica. Teóricamente puede un hombre ser puro y santo, es decir puede un hombre acumular innumerables e inapreciables conocimientos, pero a la verdadera altura humana, a su verdadera dignidad nunca llegará si no realiza prácticamente aquello que predica. La moral jesuita del: "Haz lo que yo digo, más no lo que yo hago" es tan falsa como cómoda, e indica una perversión moral y una degradación humana. La persona no se "mide” por lo que "sabe", o “dice”, sino por lo que hace. La “lectura de la Torá", nos simboliza realmente la acción. Lo que antes era espíritu se va materializando y practicando.
Más he aquí un segundo principio. Una acción es en sí también perjudicial. Los proverbios de nuestros Jajamim, Pirkei Abot, nos dicen: “Velo Am-Haaretz Jasid". Es cierto, los Jajamim nos muestran que aún en las personas más ignorantes, pueden existir fuerzas insospechadas capaces de revolucionar al Universo todo. Los Jajamim nos muestran innumerables casos de personas desprovistas de los más elementales conocimientos y que por sus actos poseían poderes elevados y sobrenaturales. Sin embargo una de las principales condiciones en la práctica es la “teoría”, mejor dicho la "conciencia".
Los Mitzvot, los preceptos no deben ser ejecutados mecánicamente, por costumbre: “Kemitzvat Anashim Melumada”, sino con la conciencia de que son verdaderos preceptos divinos, plenos de significado.
Antes de la lectura de la Torá, es necesaria la “Beraja”, la invocación divina, y este es el sentido del Midrash, la Beraja-Tejila nos habla de la conciencia de los preceptos, que sin ella pierden su sentido y significado.
Este es el sentido también de las palabras Talmúdicas sobre el Talmud y el Maase. El estudio de la Torá es más importante, pues lo lleva a la práctica. Lo que realmente es más importante, no es la teoría o el estudio en sí, ni la "práctica", sola, lo más trascendental es la “conciencia”, la intención, la “Kavana”, en los sentimientos, pensamientos y actos.
De aquí el extraordinario valor de Talmud-Torá, del estudio de la Torá. Solamente esta conciencia puede asegurar la supervivencia y continuidad del espíritu judío. El estudio (Talmud) lleva a las Mitzvot y las Mitzvot llevan a la Torá:
“נר מצוה ותורה אור"
Las Mitzvot son comparadas por los Jajamim a las velas que mantienen la luz. La misma Torá que lleva a las Mitzvot es el producto de ellas, y las Mitzvot hacen desarrollar en nosotros el verdadero espíritu humano. La llama sola sin embargo, sin una vela que la alimente no se puede mantener, termina por apagarse y desaparecer. La Torá sola, la teoría sin la práctica no tiene razón de ser y muere también.
La verdadera senda es aquella que une estos dos principios, el Talmud y el Mesase, la verdadera senda es aquella señalada por los dos Tefilin, Shel Iad y Shel Rosh, la senda del entendimiento y la acción.