De un lamento a otro lamento

De un lamento a otro lamento

A través de las menciones del vocablo “Ay”, el profeta expresa un proceso de deterioro a partir del despilfarro y la sumisión a la codicia, hasta la corrupción moral general de la sociedad.

Las seis menciones de “Ay” pronunciadas por el profeta reflejan el deterioro del pueblo en el curso del tiempo, hasta su destrucción espiritual (y como consecuencia de la misma, también la física).

Al principio, el pueblo construye casas y ara campos de una manera derrochadora e irreflexiva: “¡Ay de los que juntan casa con casa, de los que allegan un campo a otro campo, hasta que les falte espacio (para los demás)” (versículo 8). La gente piensa que todo les corresponde, construyen sólo para ellos y sin tener en consideración a los pobres del pueblo. El pueblo se haya en una postura codiciosa y egoísta.

A continuación, en lugar de invertir en cosas útiles, invierten especialmente en un tiempo para beber: “¡Ay de los que madrugan y corren tras la bebida embriagante, tardando en ello hasta en la noche, hasta que el vino lo enciende!” (versículo 11). Se levantan especialmente para satisfacer sus deseos, y no tienen el mínimo interés en el servicio a Dios. La sociedad pasó del derroche físico al derroche espiritual, del tiempo y de aquello que los ocupa.

En una tercera etapa-“¡Ay de los que atraen el castigo de la iniquidad con cuerdas de falsedad, y el castigo del pecado, como con coyundas (correas anchas y fuertes con las que se uncen los bueyes) de carro!” (versículo 18). El pueblo toma conciencia de sus pecados, y continúa cometiéndolos consciente e intencionalmente. Es consciente de la problemática de sus acciones, pero ya no le interesa nada en absoluto que tenga que ver con Dios o con el prójimo.

Una sociedad que actúa de ese modo, alcanza rápidamente un estado de decadencia y difuminación de los límites morales: “¡Ay de los que llaman a lo malo bueno, y a lo bueno malo; que ponen tinieblas por luz, y luz por tinieblas; que ponen lo amargo por dulce, y lo dulce por amargo! (versículo 20). El pueblo comienza a basar su forma de vida en valores erróneos y a justificarla.

En la fase siguiente, ya no queda registro alguno de la cultura del pasado-el pueblo confía en la rectitud de su camino y la sabiduría de sus acciones: “¡Ay de los que son sabios a sus propios ojos, y entendidos en su mismo parecer!” (versículo 21).

Y en la última fase, vuelve a abordarse sus acciones y deseos, pero en esta instancia, el pecado ya no se hace inconscientemente, sino que es la especialidad del pueblo, su forma de vida y el objeto de orgullo: “¡Ay de los que son héroes para beber vino, y hombres esforzados para componer las bebidas embriagantes con especias” (versículo 21). La sociedad ha llegado definitivamente a su punto más bajo-todos pecan, todos son conscientes de ello, y todos están orgullosos y justifican toda la situación.

En esta profecía, el profeta describe cómo una sociedad que sólo se concentra en lo material y en el beneficio personal, se deteriora rápidamente hacia un desgaste moral total y la permisividad.

Los referentes que escriben en esta sección, son miembros de la organización NAJAT-jóvenes amantes del Tanaj, un Centro de Estudios del Tanaj para la Juventud.

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