Del desaliento a la esperanza

Del desaliento a la esperanza

En el transcurso de la lamentación de  nuestro capítulo, el poeta se queja de la protección divina negativa, pero a continuación, se retracta y se aferra a una gran esperanza.

La tercera lamentación del libro Eijá difiere de las otras en algunas temáticas. Desde el aspecto formal, se puede percibir que la lamentación duplica la cantidad de versículos que figuran en el resto de las lamentaciones. Y en contraste con la primera lamentación, la segunda y la cuarta, la lamentación de nuestro capitulo, no comienza con la palabra “Eijá”, “Cómo”, el lenguaje singular prevalece en la lamentación, etc. Pero deseo concentrarme en las cuestiones de contenido de la lamentación. El poeta, que en el inicio de  la lamentación menciona su angustia y dolor: “Ha consumido mi carne y mi piel; ha quebrado mis huesos” (Capítulo 3, versículo 4), es escuchado como alguien enfermo cuyo cuerpo se ve muy dañado por la dolencia, pero en la continuidad, se percibe que el problema del poeta no es la grave enfermedad, sino precisamente, el enemigo: “Se ha hecho para conmigo oso en acecho, león en escondrijos” (Versículo 10), a pesar de no estar totalmente claro, quién es este enemigo. Además se refleja que el poeta se encuentra encerrado o en prisión y no puede liberarse: “Me ha asentado en tinieblas, como los muertos de largo tiempo. Me ha cercado en derredor, y no puedo salir; ha hecho pesada mi cadena de cobre” (versículos 6-7). En todos estos versículos, el poeta no menciona quién es el que origina todos estos pesares-a pesar de que la respuesta es obvia.

El poeta se queja por la protección divina negativa. Llegó a la situación compleja en la que desea renunciar a su vida por el cúmulo de dificultades que lo acosan: “de manera que digo: “¡Pereció (ya) mi vigor y cuanto he esperado del Señor!” (Versículo 18). Las múltiples desgracias mencionadas anteriormente están relacionadas con el hecho de que Dios está apegado a él y lo protege. El poeta describe a Dios como “alguien que me acecha” (versículo 10) y así deja en claro, que la fuente de todos los problemas, se halla en Dios, e incluso siente que se halla en una especie de cárcel, cuando Dios lo protege. Pero lo que de hecho lo alienta y le provoca no poner fin a su vida, es que se trata de Dios. La primera vez que menciona el nombre de Dios, es en el versículo citado anteriormente, por ende, describió en él su pensamiento de muerte. Ahora, el poeta comprende que no pierde su vida así nomás sino “he esperado del Señor” (versículo 18). Por eso, vuelve y dice: “Esto lo recapacito en mi corazón; por tanto tengo esperanza, Es de la piedad del Señor el que no hayamos perecido; por cuanto Sus compasiones no se acaban; ¡Nuevas son cada mañana; grande es Tu fidelidad! “¡El Señor es mi porción!, dice el alma mía; por tanto esperaré en El!”” (Versículos 21-24). Las bondades de Dios no culminan nunca y por eso siempre “lo esperaré”. El poeta se recompone de la dificultad en la que estaba sumido antes y ahora se aferra a una gran esperanza” por cuanto Sus compasiones no se acaban”

La lamentación intermedia arroja una enorme esperanza a los dolientes por Ierushalaim e insta a la Teshuvá, al retorno a las sendas de Dios. Toda la lamentación está escrita en singular pero en la mitad de la misma hay un pasaje al plural, como si los dolientes se convencieran de las palabras del hombre: “¡Examinemos y escudriñemos nuestros caminos, y volvámonos al Señor! ¡Alcemos nuestro corazón sobre las manos a Dios en los cielos!” (Versículos 40-41). No obstante, el retorno llega con un fuerte reclamo: “Nosotros hemos pecado, y hemos sido rebeldes, (lo cual), Tú no has perdonado” (Versículo 42), pero los dolientes por Tzión y Ierushalaim ya sienten que,  aún con todas las dificultades, se puede hacer referencia al retorno a Dios.

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