Sin acompañamiento militar en los caminos peligrosos, con un número muy reducido de hombres, quedando claro que muchos judíos se quedaron en la diáspora-pues entonces ¿Qué tenía de particular la inmigración de Ezrá?
Entre la inauguración del segundo Beit Hamikdash, en el año 6 de Dariavesh (Darío, en el 516 antes de la era común) y la inmigración de Ezrá en el año 7 de Artajshasta I (en el 458 antes de la era común), pasaron muchos años, y no podemos tomar como literal el Midrash que indica que “es Koresh, es Dariavesh, es Artajshasta” (Tratado de Rosh Hashaná 3b) sino en el sentido de que estos tres reyes persas ayudaron mucho en el retorno a Tzión y en la construcción del segundo Gran Templo y las murallas de Ierushalaim.
Es fácil comprender esto a partir del cambio generacional-en la inauguración del Templo, los que aún conducían a Ierushalaim eran Zerubabel hijo de Shealtiel de la “simiente de David”, y Yehoshua hijo de Iehotzadac, el Cohen Gadol, el Sumo Sacrdote; al concretarse la inmigración de Ezrá, ninguno de los dos estaba con vida, y no hubo continuidad para el liderazgo de Zerubabel.
Yoiakim hijo de Yehoshua (hijo de Iehotzadac) aún estaba con vida al comienzo del período de Ezrá y Nejemiá (Capítulo 12, versículos 10, 26), pero el Cohen Gadol era ya Eliashiv, el nieto de Yehoshua (el primer Cohen Gadol, en la época del segundo Beit Hamikdash); el bisnieto de Yehoshua, “Iojanan hijo de Eliashiv” ya tenía un despacho en el Templo a la llegada de Ezrá (Capítulo 10, versículo 6); por ende, no puede borrarse ni reducir los 58 años transcurridos (según la cronología persa) entre el capítulo 6 y el 7 del libro, de ninguna manera, la inmigración de Ezrá representa una época diferente a la de la inmigración de Zerubabel.
La característica saliente y la más interesante de la inmigración de Ezrá fue su renunciamiento al acompañamiento militar en los caminos peligrosos que atraviesan el desierto sirio entre el río Éufrates y la tierra de Israel, en especial, con los utensilios de plata y oro que llevaban consigo los Cohanim y Leviim (Capítulo 8, versículos 24-30)
Tras haber declarado ante el rey Artajshasta (I) “La mano de nuestro Dios protege a todos los que Le buscan; pero Su poder y Su ira es contra todos los que Le abandonan”, no podía “pedir al rey tropas y gente de a caballo que nos defendiesen del enemigo en el camino”, y por consiguiente, ayunaron y rezaron y pidieron “a nuestro Dios sobre esto, y Él nos fue propicio” y “Él nos libró de mano del enemigo y de emboscadas en el camino” (Capítulo 8, versículo 31).
Mordejai y Ester ayunaron tres días (¡En Pesaj! Capítulo 3, versículo 12; capítulo 4, versículo 16) a fin de salvar a los judíos de la diáspora, pero no fue mencionada ninguna plegaria y todo su pedido estaba dirigido a la salvación, por orden del rey Ajashverosh. Daniel (capítulo 6, versículo 11) rezó siempre, tres veces por día, desde la diáspora en dirección a Ierushalaim, y por ello fue arrojado a la jaula de los leones, pero nunca le pidió nada a los reyes-¡siempre ellos le pidieron a él! Daniel el profeta (capítulo 9, versículos 3-19) ayunó y oró y se confesó por la profanación del Templo, pero no hizo nada. Daniel siempre observaba solo, mientras que Ezrá era el responsable de miles de inmigrantes en un camino peligroso; Mordejai y Ester ayunaron para salvar la diáspora mientras que Ezrá y sus hombres ayunaron, rezaron y actuaron para proteger a los retornantes a Tzión.
El rey le permitió a Ezrá recolectar respetables sumas de dinero para las necesidades del Templo, de todos los “tesoreros” de las provincias “del otro lado del río”, es decir, de los impuestos cobrados a los samaritanos, sidonios, amonitas y arameos, pero no es mencionado en absoluto que Ezrá aprovechó este poder que le concedieron. También, en la continuidad, no hay testimonio alguno acerca de que Ezrá ejerció el poder según el imperativo del rey para la designación de los “jueces” y ni siquiera para el “alejamiento” de las mujeres no judías. Solamente ayunó, rezó y se confesó, e intentó atraer a los hombres influyentes y poderosos, por la intensidad de su conmoción (capítulo 9, versículos 3-15).
Nejemiá (capítulo 2, versículos 7-9), a diferencia de Ezrá solicitó y recibió “oficiales del ejército y hombres a caballo”, así como protección y presupuestos para el Templo “de los gobernadores de las provincias más allá del río”, construyó las murallas de Ierushalaim y las protegió fuertemente (capítulo 4, versículos 7-17) e incluso utilizó el poder gubernamental a fin de concretar la aspiración de Ezrá de expulsar a “las mujeres extranjeras” (capítulo 13, versículos 3-9; 25-30) y el cierre de los portones de Ierushalaim “en el día Shabat”, a fin interrumpir el comercio y evitar la profanación del Shabat (capítulo 13, versículos 19-21).
A diferencia de la inmigración masiva de Zerubabel (42.360 hombres, casi 250.000 personas; capítulo 2, versículo 64), la inmigración de Ezrá fue muy pequeña (1.776, “los varones”, según todos los números mencionados en el capítulo 8), y parte de los mismos, eran complementos de las familias que llegaron con Zerubabel-“Y de los hijos de Adonikam, los últimos…” (Capítulo 8, versículo 13); no figura el numero completo de los Cohanim, los Sacerdotes y de los hijos de David, y también Ezrá debió esforzarse para encontrar y movilizar a los Leviim (38, capítulo 8, versículos 15-19).
Está claro que muchos judíos se quedaron en la diáspora-pues entonces, ¿Qué tuvo de particular la inmigración de Ezrá?
La inmigración masiva, la primera, tuvo un líder de la casa de David, Zerubabel, y junto a él, el Cohen Gadol, el Sumo Sacerdote, y se percibía una atmósfera de redención por el retorno a Tzión, en la inmigración de Ezrá se desvanecieron los grandes sueños, y la Aliá tuvo un destacado carácter religioso.
Gentileza sitio 929.