Ajaz, el rey de Iehudá fue más malvado que sus predecesores, sacrificó a su hijo a Molej, pasándolo por el fuego y cambió todo el diseño del Templo y sus elementos. Justamente él tuvo un hijo llamado Jizkiahu, que no hubo justo como él desde los tiempos del rey David. ¿Cómo puede explicarse este fenómeno?
Ajaz alcanzó niveles de maldad con los que no habíamos confrontado en el pasado, no en el reino de Israel ni en el reino de Iehudá. Si hasta ahora se constituyeron becerros como sustitutos del Templo en Ierushalaim o como mucho adoraron al Baal, he aquí que él sacrificó a sus hijos en el fuego para Molej, que es la idolatría más odiada por Dios (Vaikrá, capítulo 20, versículo 5).
Más aún, a raíz del pacto acordado con el rey de Ashur que lo ayudará en su guerra contra el rey de Aram y el rey de Israel, él opta por modificar todo el diseño del Templo y sus utensilios. Erige un altar alternativo al altar de cobre realizado por Shlomó conforme a la Torá de Moshé. Reduce todas las basas y el mar que hizo Shlomó lo coloca sobre el piso. Hay aquí un verdadero socavamiento a la Torá de Moshé y el deseo de buscar vías alternativas para el servicio a Dios, tal como está escrito en la Torá de Moshé y como se lo ordenara a Israel.
Resulta interesante que justamente a un personaje de estas características le nació un hijo llamado Juzkiahu, que fortaleció la palabra de Dios en el mundo. En él se enfatiza que todas sus acciones fueron acorde al mandato de Dios, por intermedio de Moshé (Melajim II, capítulo 18, versículo 6) y también el Pesaj que quiso reanudar tras un determinado tiempo en el que Israel no lo celebró lo hace, como está escrito (Divrei Haiamim II, capítulo 30, versículo 5). ¿De dónde extrajo esas fuerzas Jizkiahu, como si hubiera sido educado totalmente sobre otras bases?
Parece que Ajaz estaba colmado de una pasión religiosa interna que se refleja en su ocupación por las cuestiones del altar y el servicio en el Templo, así como en su voluntad de ofrendar a su hijo. Esta pasión fue transmitida a su hijo Jizkiahu por “vía sanguínea”, y es posible que la vivencia de haber pasado por el fuego de la cual se salvó haya provocado esto (Sanhedrín 63b). No obstante, Jizkiahu decidió reflejar esa pasión religiosa de un modo positivo. Tal vez, debido a ello, Jizkiahu logró anular las “Bamot”, los sitios altos, algo que no pudieron lograr sus predecesores.