Bilam indica en alusión a Israel que son un “He aquí un pueblo que mora en soledad, y entre las naciones no es considerado” (Versículo 9), sin embargo, por otro lado aprendemos que el destino del pueblo de Israel es el de ser luz para todas las naciones. ¿Cómo es posible conciliar la contradicción entre los dos extremos?
La Torá no comienza con la formación del pueblo de Israel sino con la creación del mundo y el comienzo de la humanidad. Tras el episodio del diluvio la Torá relata acerca de la alianza conformada entre Dios y la humanidad toda (Bereshit capítulo 9, versículos 8-17), y el episodio de la Torre de Babel indica que Dios desea la multiplicidad de los pueblos. El Tanaj señala que Dios no es solamente el Dios de Israel sino el Dios de todo el mundo: “Porque desde el nacimiento del sol hasta donde se pone, mi nombre es grande entre las naciones, y en todo lugar se ofrecen a mi nombre incienso y ofrenda pura, porque grande es mi nombre entre las naciones” (Malají capítulo 1, versículo 11). La elección de un pueblo determinado no significa el abandono de la humanidad. La elección de un pueblo le concede un destino a dicho pueblo, un destino concerniente a toda la humanidad, tal como puede verse en los fundamentos dados para la elección en la profecía de Ieshaiahu relativa a “Ajarit Haiamim”, “el final de los tiempos”.
Sin embargo, paradójicamente, la unión al resto de la humanidad implica una dimensión de cierta separación de la humanidad. El particular estatus del pueblo de Israel que emana de su destino y misión en favor de la humanidad toda. ¿A qué se asemeja esta situación? A los Cohanim (Sacerdotes) cuya función es la de bendecir a Israel y la de ser sus emisarios ante Dios en el ritual en el Santuario, y por consiguiente, son diferenciados del resto del público. Este es el rol del pueblo de Israel en el mundo: “Y ahora si escuchar habrán de escuchar mi voz, y guardarán mi pacto, serán para mí propiedad peculiar de entre todos los pueblos, ya que Mía es toda la tierra. Pero ustedes serán para mí un reino de nobles y nación consagrada” (Shemot capítulo 19, versículos 5-6). En los versículos se explica que la peculiaridad de Israel no es una cuestión de una raza especial, sino que la misma depende de las acciones de Israel en el marco del pacto con su Dios. En cuanto a los conceptos de Bilam “He aquí un pueblo que mora en soledad, y entre las naciones no es considerado” (Versículo 9) parece que dichos conceptos deben ser comprendidos como si estuvieran fomentando una separación que emana del destino. Puesto que si estas palabras fueron pronunciadas justamente por una persona de afuera, que destacó con elogios la separación de Israel, está claro que no destacó elogiosamente la alienación, sino que alabó la entrega en la separación como parte de su función como pueblo.
Editado por el equipo del sitio del Tanaj del libro "Lehitorer leiom jadash: kriá mitjadeshet shel haTorá veshel jaJaim" ("Despertar a un nuevo día: una lectura renovada de la Torá y de la vida"), publicado por Maguid.