Dios se halla en las grandes caídas

Dios se halla en las grandes caídas

 

¿Cómo la mano de Dios guía los hechos de modo que Ashur (Asiria) se maneja orgullosamente como la reina del mundo, y dónde está, pues, la ayuda de Dios a su pueblo? ¿Cómo afronta el profeta la problemática teológica?

El ascenso de Ashur como súperpotencia, planteó ante los profetas una problemática teológica doble. Los reyes de Ashur gobiernan el mundo, y escriben que su dios marcha delante de ellos; además de ello, logran causar daño a Shomrón y a Iehudá, exactamente con los mismos métodos accionados contra Karkamish, Kalno (Kalne), Arpad y Jamat, las ciudades norteñas de Aram, ¿y dónde está la ayuda de Dios para su pueblo?

La respuesta profética no es fácil de digerir-“¡Ay de Ashur, vara de Mi ira! (capítulo 10, versículo 5).

En realidad, Dios está detrás del ascenso de la potencia asiria, y la utiliza como “palo de su indignación”, para juzgar a pueblos y reinos que colmaron la medida de sus pecados (incluidos Iehudá e Israel). Una vez que finalizó su rol histórico, Dios castigará todos sus pecados, sus instintos de destrucción, y también por su orgullo, como si fuera el reino del mundo.

En la explicación profética hay tres elementos sorprendentes:

Lo que pensaban los reyes de Ashur, que su dios marcha delante de ellos-“y como cualquiera recoge los huevos desamparados, así he recogido toda la tierra, y no hubo quien moviese ala, ni abriese el pico y chirriase” (capítulo 10, versículo 14), no se halla muy lejos de la verdad. Pero es que los reyes de Ashur no tienen la capacidad de comprender que tan solo Dios, creador del mundo, de la persona y la historia, es el que los utiliza como el escobillón de la historia.
También hay un indicio de verdad en el pensamiento del rey de Ashur de hacer “a Shomrón y a sus ídolos, así haré a Ierushalaim y a sus ídolos” (capítulo 10, versículo 11), exactamente como al resto de los reinos “el dios y sus ídolos”, ya que la idolatría en Shomrón y Ierushalaim las convirtió en similares a las ciudades y reinos paganos. “¿Acaso no me son ustedes como los hijos de los kushitas, oh hijos de Israel?, dice el Señor” (Amós, capítulo 9, versículo 7).
La revelación de Dios en la tierra no se da a partir de victorias ni de logros, sino precisamente, en las grandes caídas. Toda victoria asiria es la manifestación de la indignación de Dios contra los derrotados. Una correcta comprensión de la historia requiere la rendición de cuentas de aquellos que fracasan. Los vencedores son apenas un instrumento provisional para llevar a cabo las derrotas, y su caída esperada es la mano de Dios.
Cortesía sitio 929.

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