Drama teológico

Drama teológico

 

El drama que tiene lugar en los portones de Ierushalaim, es esencialmente un drama teológico: ¿Cómo es posible que, justamente en el período de Jizkiahu, el rey justo, alcanzó Ierushalaim su punto más bajo, desde el aspecto de la seguridad?

En el primer año de su reinado, el rey Jizkiahu comenzó a desarrollar una revolución religiosa en Iehudá y Ierushalaim, una revolución que no tenía precedentes, desde la época de David y Shlomó. Purificó el Beit HaMikdash, el Gran Templo y lo renovó (Divrei Haiamim II, Crónicas II, capítulo 29), celebró Pesaj con una presencia masiva del pueblo, anexándole también al reino de Iehudá los restos del reino de Israel, desde Dan y hasta Beer Sheva, entre ellos, hombres de Menashé y Zevulún. (Divrei Haiamim II, Crónicas II, capítulo 30). Erradicó todos los restos de paganismo de Ierushalaim y celebró un Pesaj como nunca se hizo desde la época del rey Shlomó. Luego, quitó las “Bamot”, los sitios altos de toda la Tierra de Israel, logro que no fue alcanzado por ninguno de los reyes que lo precedieron. “Y en toda obra que emprendió en lo relativo al servicio de la casa de Dios, y en cuanto a la ley y los mandamientos, para buscar a su Dios, obró con todo su corazón, y prosperó” (Divrei Haiamim II, Crónicas II, capítulo 31, versículo 21).

En el libro Melajim se han escrito sobre Jizkiahu elogios que no habían sido mencionados desde el período de David y Shlomó, en referencia a ninguno de los reyes de Iehudá e Israel que reinaron antes y después de él: “En el Señor, Dios de Israel, confió; y después de él no hubo otro como él entre todos los reyes de Iehudá, ni tampoco lo hubo entre los que habían sido antes de él. Porque se adhirió al Señor; no se apartó de en pos de Él, sino que guardó Sus mandamientos que había prescrito el Señor a Moshé. El Señor también estuvo con él; adondequiera que salía, tuvo buen suceso” (Melajim II, capítulo 18, versículos 5-7).

Y he aquí que no solo que Jizkiahu no logró restablecer un imperio regional como el rey Shlomó, o restituir la frontera de Israel de Levó Jamat hasta el mar de la Aravá como Yarovam hijo de Yoash (Melajim II, capítulo 14, versículo 25) y la frontera de Iehudá hasta Eilat, como Uziahu (Melajim II, capítulo 14, versículo 22), sino que en el año catorce de su reinado, fue conquistado todo el reino por Sanjerib, y Ierushalaim fue sitiada.

La grave amenaza contra Jizkiahu no es la amenaza en materia de seguridad-política, sino la amenaza espiritual. Esto lo comprende muy bien Ravshaké, el representante del rey de Ashur. A su criterio, las enmiendas religiosas de Jizkiahu son la causa de la crisis. El cierre de todos los sitios de culto en toda la tierra de Israel, y en primer lugar, la demolición de las “Bamot”, los sitios altos, son, a su parecer, una rebelión contra Dios, y la aparición de Sanjerib es la prueba de ello. Jizkiahu cometió un pecado muy serio, e hizo pecar al pueblo de Israel, y por ello fue castigado. (Yeshaiahu, capítulo 36, versículos 7-10). Mientras que los hombres de Jizkiahu, solicitan que Ravshaké hable en arameo, para que el pueblo no lo entienda, Ravshaké se empecina en hablar, precisamente en hebreo, en el idioma de los profetas, para dirigirse a sus corazones, y alentarlos a rebelarse contra Jizkiahu, rendirse ante Ashur y abrir las puertas de la ciudad ante él.

El gran drama que tiene lugar frente a las murallas de Ierushalaim, es un drama teológico: ¿Cómo es posible que el rey que lleva a cabo la revolución religiosa más impactante y renovó la alianza entre el pueblo y su Dios, hizo realidad la visión profética de todos los profetas y a la cabeza, la visión profética del propio Yeshaiahu, es lo que llevó a Ierushalaim a su punto más bajo desde el aspecto político y militar de su historia, desde que fuera conquistada por David y convertida en la capital de Israel?

Los representantes de JIzkiahu no tienen respuesta alguna. Con sus ropas rasgadas regresan al rey y dejan al pueblo sin respuesta a esta compleja pregunta teológica. Finalmente, esta es una de las múltiples versiones de la cuestión de la recompensa. La ventaja de ellos es que tenían un profeta al cual dirigirse. Nuestra ventaja es que podemos leer la respuesta del profeta en los capítulos siguientes.

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