Considero que la importancia fundamental del capítulo 3 del libro de Eijá es su referencia inicial en singular. La destrucción del Templo, por sobre todos significados públicos y nacionales, es la tragedia de un individuo. El duelo es un duelo individual.
Desde diferentes aspectos, el capítulo 3 del libro Eijá, es un capítulo singular. La utilización de la primera persona, en gran parte del capítulo, el alfabeto triplicado, el peso de la lamentación y más. Y al decir de los Sabios: “Irmiahu escribió un libro de lamentaciones y nuevamente le agregó “Yo soy el hombre” (Baba Batra 15a). El capítulo 3 es de particular interés en lo concerniente al pensamiento bíblico de los problemas del mundo.
Algunos contemporáneos señalaron la estructura triple del capitulo3. Sesenta y seis versículos se dividen en tres tercios: las letras de la “Alef” a la “Zain”, dela letra “Jet” a la “Nun” y de la “Samej” a la “Taf”. En la primera parte aparece la descripción de la profundidad de los tormentos dele doliente, mientras que en el final figura un testimonio sobre la revolución psíquica que se registra en su interior. La misma es reflejada mediante la utilización de palabras equivalentes al final de la primera parte y al comienzo de la segunda. El Rabino Jacobson refiere a las expresiones “Mi alma fue alejada de la paz” (versículo 17) frente a “Porque el Señor no desechará para siempre” (versículo 31); por un lado, “¡Pereció (ya) mi vigor y cuanto he esperado del Señor! (versículo 18), y por el otro, “Esto lo recapacito en mi corazón; por tanto tengo esperanza” (versículo 21), y a continuación: “¡El Señor es mi porción!, dice el alma mía; por tanto esperaré en El! (versículo 4). El doliente manifiesta: “Te has cubierto de una nube, para que no pasase la plegaria” (versículo 44), y frente a ello: “Te acercaste en el día que yo Te invocaba; dijiste: “¡No temas! (versículo 57)
A partir de la profundidad del dolor, de la destrucción que conduce al doliente al abismo del desaliento, surge el bienestar en el interior de su alma. La vivencia del que sufre, que se fortalece en su fe “¡Nuevas son cada mañana; grande es Tu fidelidad!” (Versículo 23) emana de sus propias raíces, sin ayuda externa. No obstante, parece que la importancia central del capítulo 3 del libro Eijá, se halla en el lenguaje singular de su inicio. La persona encuentra consuelos parciales en la sensación del pesar compartido. En el dolor de muchos se encuentra cierto remanso para el individuo doliente. Pero aun si el Templo tiene una función pública, del público, también es un lugar de encuentro del individuo con su creador. La destrucción del Templo, con todas sus connotaciones públicas y nacionales, es la tragedia de una persona solitaria. “Yo soy el hombre que ha visto aflicción bajo la vara de Su ira! Me ha conducido… y la torna a volver…” (Versículos 1-3).
Encontramos un paralelismo en los cánticos del Templo en el libro Tehilim, Salmos, en los cuales se fusiona la poesía nacional con los sentimientos personales. “Me alegré cuando me dijeron: Vayamos a la casa de Adonai” (Tehilim capítulo 122, versículo 1) y también en el versículo 1 del capítulo 30: “Cántico para la dedicación de la casa”, que es mencionado íntegramente en singular: “Te ensalzo”, “clamé a Ti”, “me diste vida”, etc.
En efecto, en Eijá el doliente se convierte en la boca de toda una nación, la angustia de muchos es su pesar y el consuelo de ellos, es el suyo. Su llamamiento: “¡Haznos Volver, oh Señor, a Ti, para que nosotros nos volvamos; renueva nuestros días, (para que sean) como de antiguos tiempos” (Capítulo 5, versículo 21), incluye una referencia a sí mismo y al público. El individuo y el colectivo cargan con el sufrimiento y se consuelan con la promesa futura.
Editado por el equipo del sitio del Tanaj
Extraído del libro “Iyunim bePirkei HaMikrá”, emitido por “Kol Israel”, la radio oficial de Israel