El ejemplo personal es la única forma de educar, y allí se halla la responsabilidad de los padres, los docentes y los líderes.
En nuestro capítulo, Hoshea reprende al pueblo, prácticamente, por todas las transgresiones conocidas: juramento falso, mentiras, asesinato, robo, adulterio, paganismo, prostitución, etc.
Parte del castigo de los padres pecadores, es que sus hijas se prostituyan. También aquí se pone de manifiesto, la doble moral: la persona se permite a si misma cometer adulterio, pero si su hija o nuera lo hacen les causará pesar, y por ende, ello representa un castigo para ella.
Pero debemos prestar atención a un punto muy interesante: Hoshea promete que las hijas y las nueras no serán castigadas por sus pecados: “Mas no castigaré a vuestras hijas cuando cometan fornicación, ni a vuestras nueras cuando cometan adulterio, porque los mismos (hombres) se retiran con las rameras, y ofrecen sacrificios con las prostitutas; así, pues, el pueblo que no entiende se pierde” (Versículo 14). De ese modo, Hoshea deja en claro la responsabilidad de los padres en la educación de sus hijos.
De los textos queda claro que los padres no están conformes con el hecho de que sus hijas y nueras se prostituyan, pero no lograron evitarlo, ya que ese es el estilo de vida de ellos. Y así, Hoshea les dice, que ellos se convierten en responsables de los pecados de la próxima generación. El ejemplo personal es la única forma de educar, y allí se halla la responsabilidad de los padres, los docentes y los líderes.
Hoy, al igual que en el pasado, no se puede educar hacia un camino y actuar de otro modo. No en el hogar, tampoco en la comunidad, ni en la escuela ni en el Estado. La mentira a la que hace referencia Hoshea en el inicio del capítulo, se convirtió, aparentemente, en la forma de vida y en la doble moral, pero la generación joven observa a sus padres y a sus líderes, y comprenden perfectamente cuáles son sus auténticos valores.
Gentileza sitio 929