Una casa no debe ser una casa. Puede ser una cueva en el desierto o un sótano de locos. Lo que genera el hogar, es la sensación de seguridad. ¿Acaso existe dicha sensación en el caso de David?
Como es esperable en un capítulo de síntesis (“Las últimas palabras de David”), este capítulo está colmado de listas: la nómina de los valientes, sus acciones, sus lugares de procedencia. Solo se puede imaginar, la sangre, el temor y la valentía que se ocultan detrás de estas breves frases. En contraste con todo este potencial, a mí me atraparon dos simples imágenes de la naturaleza: la imagen de una casa, y la imagen de un abrojo, como el que ve una persona desde su ventana, al observar hacia afuera. Y con la ayuda de las mismas, David, en esos instantes de síntesis, describe la vivencia básica de su vida:
“Mi casa no es así para Dios”
“Mas los indignos, todos ellos serán arrojados como abrojos”
Y la intuición descubre aquí la clave para entender la gran historia del hombre.
Aquí, David señala: “He pasado toda mi vida con la sensación de que tengo una casa”, una expresión interesante, teniendo en cuenta que se trata de un hombre que durante la mayor parte de su vida, se vio obligado a huir, a ocultarse en cuevas rodeado de hombres fuertes, y babear disfrazado de loco, en un país enemigo. Una casa no debe ser una casa. Puede ser una cueva en el desierto o un sótano de locos. Lo que la crea, es la sensación de seguridad-y esto paradójicamente también existe, cuando los enemigos que se levantan en su contra, son de su entorno, por ejemplo, su hijo:
“Un salmo por David cuando huyó de su hijo Abshalom,
Adonai, cuán numerosos son mis adversarios, muchos se levantan contra mí,
Muchos dicen de mi alma no hay para él salvación de Dios,
Pero Tú, Adonai, eres un escudo para mí…
Me acuesto y duermo en paz, me despierto calmo porque Adonai me sostiene”.
Lo opuesto a la vivencia de la protección, es descripto por David con la figura del abrojo, la espina que vuela con el viento-punzante, odiada, quemada, sin espacio ni entorno. Esta imagen también tiene un contexto en el primer capítulo del libro Tehilim, Salmos: “No así los malvados, que son como la paja que el viento empuja”. El “abrojo arrojado” de nuestro capitulo es más fuerte que “la paja que el viento empuja”, del libro Tehilim, porque se le agrega la señal de Cain y su castigo del exilio-“serás un nómade en la tierra. Mas los indignos, todos ellos serán arrojados como abrojos… ha de estar armado con hierro y con asta de lanza, y por fuego consumir serán consumidos en su lugar”. El castigo del malvado, según David, llega de un modo natural, ya que no tiene casa. Un pacto con Dios.
Pero a David, Dios, no sólo le construyó un palacio real, sino una casa en su sentido más profundo: un lugar estable, protegido. Al final de su vida, David se siente como ese hijo amado, protegido y cuidado, como si no hubiera salido ni un día del palacio confortable y seguro.
Gentileza sitio 929