El agravamiento de los castigos

El agravamiento de los castigos

El capítulo describe la progresión en el agravamiento de los castigos que asolaron a los pelishtim (filisteos) con el traslado del arca de una ciudad a otra, y aún así, los pelishtim no se convencen fácilmente de que hay aquí una mano deliberada. Finalmente queda en claro que no se puede hacer referencia a la victoria filistea sobre Israel. Ambos pueblos fueron castigados por medio de una fuerza, y experimentaron la mano de Dios y su dominio sobre todo el mundo.

 

Al llegar el arca a Ashdod está cita el versículo:

“Y la mano del Señor se hizo pesada sobre los de Ashdod, y los desoló y los hirió con tumores, tanto a Ashdod como a sus alrededores” (Versículo 6).

La gente de Ashdod comprende que esos golpes son consecuencia del arca:

“Y vieron los hombres de Ashdod que así fue y dijeron: El arca del Dios de Israel no debe quedar con nosotros, pues su mano es dura sobre nosotros y sobre Dagón nuestro dios”(Versículo 7). Aquí se registra el primer giro en los pelishtim llamaron al arca “Elohim” (Ver capítulo 4, versículos 7-8), de aquí en más  la referencia de los pelishtim al arca de Dios: mientras que en el inicio de la guerra en los cinco versículos siguientes es denominado “el arca del Señor de Israel” (¡seis veces!).

 


 

Las duras consecuencias en Beit Dagon y en Ashdod derivan en un encuentro de emergencia de los pelishtim, sólo que en esta etapa los príncipes de los pelishtim se niegan a comprender el mensaje, y trasladan el arca a Gat. El traslado del arca a otro sitio surge a partir de la concepción idólatra que alude a que los dioses tienen determinados lugares donde el poder de ellos es mayor. Pero en Gat, la situación se agrava más aún. En esta instancia, los  pelishtim propusieron trasladar el arca a Ekrón. Así se refleja la intransigencia filistea, y los únicos que se oponen a esta política son aquellos que entienden que habrán de pagar el costo por ello:


 

“Los de Ekrón clamaron, diciendo: Han traído el arca del Dios de Israel hasta nosotros para matarnos a nosotros y a nuestro pueblo. (Versículo 10). Parece ser que el vocero principal en este versículo es el príncipe de Ekrón, quien reúne nuevamente al Consejo de príncipes de los pelishtim, y eleva una exigencia explícita: “Enviaron, pues, y reunieron a todos los príncipes de los Pelishtím, y dijeron: Sacad de aquí el arca del Dios de Israel, y que vuelva a su sitio, para que no nos mate a nosotros y a nuestro pueblo. (Versículo 11) y el texto enfatiza que a la par de los sucesos ya comenzó el golpe contra los Ekronim, y que es más severo que el registrado en las ciudades anteriores:” Porque había un pánico mortal por toda la ciudad; la mano de Dios se hizo muy pesada allí. Y los hombres que no murieron fueron heridos con tumores, y el clamor de la ciudad subió hasta el cielo” (Versículos 11-12)

 


 

Aquí se cierra el círculo. Los pelishtim llegaron precisamente a la misma situación en la que se encontraba Israel tras su derrota:

“Así pues, el hombre fue a anunciarlo en la ciudad, y toda la ciudad prorrumpió en gritos” (Capítulo 4, versículo 13)

De todos modos, no se puede seguir hablando de una victoria filistea sobre Israel. Ambos pueblos han sido golpeados por medio de una fuerza, y experimentaron la mano de Dios y su control sobre el mundo todo.
 

Editado por el equipo del sitio del Tanaj

Gentileza del sitio VBM de la Academia Rabínica “Har Etzion”

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