David solicita construir una morada para Dios, que sea fija y no ambulante. Su pedido es rechazado por Dios, pero no obstante, él queda contento. Aparentemente, la promesa de que su reino será eterno, representó una buena alternativa para ello.
David trasladó el Arca de Dios a Ierushalaiam y lo colocó en una tienda aledaña a su casa, al pie de la ciudad de Ierushalaim. Se dirigió al profeta Natán y le presentó los hechos de que él, el rey habita en una casa de cedros y el Arca de Dios en unos paños. Su intención era la de construir una casa de cedros para el Arca de Dios, a pesar de que no fue lo expresado concretamente. El profeta Natán le dio su consentimiento, sin embargo Dios rechazó su solicitud.
En la profecía transmitida a Natán, no fue explicado por qué Dios rehúsa al pedido de David para construir una morada para Él. Solo en Divrei Haiamim I, Crónicas I, capitulo 22, es explicado que la razón de dicho rechazo es que David derramó mucha sangre. Sin embargo aquí, en la profecía de Natán, se describe el orden de cómo debe darse la sucesión de los hechos. Primero, Dios asentará a su pueblo en la tierra con calma y tranquilidad sin ningún asedio de sus enemigos y tan solo después Dios dará la orden de construir una casa permanente para Él. Dicha morada reflejará el estatus eterno de Israel entre las naciones y el poder del rey que reinará en esa época y sorprende que David no se conmocione por los conceptos de Dios que se niega a concederle la posibilidad de construir la casa e incluso él mismo se humilla y solamente pide que Dios cumpla su promesa con su descendencia. Él solicita una bendición para su descendencia y su familia “y con Tu bendición será bendita para siempre la casa de Tu siervo” (Versículo 29)
Parece que David comprende que la construcción del Beit Hamikdash, el Gran Templo, refleja el final de una época en la historia del pueblo de Israel, en la que habrá una pausa del asedio de los enemigos y el reino se extenderá. En gran medida, él quiere ver en su descendencia la continuidad del camino que él inicio y solicita perpetuar su camino en el pueblo de Israel. Tras recibir esta promesa de Dios, estaba dispuesto a renunciar al mérito de construir el Beit Hamikdash, y dejarlo en manos de su hijo Shlomó. En su plegaria, David insiste en no renunciar a la promesa Divina de bendiciones y la eternidad de su descendencia.