El proceso de retorno a Tzión comenzó con sueños utópicos, pero eventualmente estos se estrellaron contra la realidad. Solo así, a través del sueño y su fragmentación, puede surgir una redención madura, una que contemple el sueño perfecto, pero que también conozca las dificultades y compromisos en el camino.
Ahora como entonces, la redención comienza con un gran optimismo y continúa con el despertar.
Cuando el profeta del retorno a Tzión se sentó en Bavel, describió el camino a Ierushalaim como el jardín del Edén y la tierra anhelada como una que mana leche y miel. Incluso después de ascender a Ierushalaim, continuó describiendo la ciudad y la tierra como un lugar deseado, como una mujer abandonada cuyos hijos y esposo han regresado a ella desde lejos. Hermosos capítulos de gozo y alegría. Y entonces, en el capítulo 56, volvieron las reprimendas. De nuevo recordatorios de idolatría en Iehudá, de nuevo hay líderes indignos, injusticia y falta de equidad, de nuevo se vuelven a citar las profecías de ira de Yeshaiahu hijo de Amotz desde el principio del libro.
La última parte del libro es un ir y venir. Capítulos de esperanza y discursos de reprensión, un fuerte deseo de ver y mostrar lo bueno y lo bello, y junto a ello pogromos, pecados y desilusiones de la realidad que se crea ante nuestros ojos, aquella que no corresponde a los grandes sueños.
El capítulo 65 es una síntesis del proceso de despertar y maduración que experimenta el profeta junto con todos los que retornan a Tzión. Promete retribución a los malvados que demoran la redención, y distingue entre los que sirven a Dios y aquellos que lo abandonan. Promete que al final hay un propósito y una buena recompensa, y que si no perdemos la esperanza, habrá aquí una nueva creación, mejor y más hermosa que todo lo que hubo antes.
La historia se repite porque no hay otra manera. El proceso de retorno a Tzión debe comenzar con sueños utópicos, ya que solo estos pueden impulsar a miles y decenas de miles hacia el cambio. La utopía, por su propia definición, no puede realizarse completamente y debe estrellarse contra la realidad. Y solo entonces, a través del sueño y su fragmentación, puede surgir la redención madura, aquella que contempla el sueño perfecto, pero que también conoce las dificultades y compromisos en el camino. Aquella que no se engaña con ilusiones sino que se ocupa constantemente en intentos, errores y correcciones.
Así es como se construye una personalidad, así es como se construye una sociedad, así es como se construye un Estado, así es como se perfecciona el mundo y se convierte en luz para las naciones.
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