El costo de la profecía

El costo de la profecía

La profecía sobre la redención completa y que no habría más destrucción infundió una enorme confianza en el corazón de los judíos sufrientes, torturados y creyentes de todas las generaciones, pero tuvo dos costos pesados.

“Habrá para ellos regocijo Eterno” (capítulo 61, versículo 7)

“Y este Sol tuyo no se pondrá más, y esta Luna tuya nunca se retirará; porque el Señor será tu luz eterna, y los días de tu duelo se habrán ya acabado... Y tu pueblo, todos ellos serán justos, heredarán para siempre la tierra... Yo, el Señor, Me apresuraré a hacer esto a su tiempo” (capítulo 60, versículos 20-22).

Todo el que entiende hebreo escucha en esta profecía que no habrá más destrucción, y así lo entendió también el Rambam, Maimónides (Guía de los Perplejos, Parte 2, Capítulo 29), aunque él interpretó estos versículos alusivos al Rey Mashiaj, "y que el reino de Israel no será anulado después" - aunque el único Mashiaj en el capítulo es el profeta (capítulo 61, versículo 1).

Esta profecía ciertamente infundió una enorme confianza en el corazón de los judíos sufrientes, torturados y creyentes de todas las generaciones, pero tuvo dos costos pesados:

En los días del Segundo Beit HaMikdash, el Segundo Gran Templo, miles de judíos vivían en Ierushalaim y estaban imbuidos de la fe completa de que el Beit HaMikdash no sería destruido nuevamente. No porque Dios ya moraba en Tzión (como creían en los días del Primer Beit HaMikdash), sino porque Dios lo prometió en estas profecías. ¿Sin esta fe, quizás muchos de los zelotes no se habrían atrevido a rebelarse contra el gobierno romano? ¿Sin la fe de que no habría más destrucción, tal vez realmente no hubiera habido una segunda destrucción?

Multitudes de judíos creen en una redención completa, y sólo en ella - cada milagro se mide solo por su completud - más de 6 millones de judíos ya están en la tierra, en una congregación de exiliados que no tiene precedentes, y un Estado judío independiente y fuerte frente a todos sus enemigos alrededor, y aún no todos cantamos alabanzas al Señor "que congrega a los dispersos de Su pueblo", porque nuestros enemigos aún no se postran ante nosotros.

" ¡Oigan la palabra del Señor, los que tiemblan ante Su palabra!" (capítulo 66, versículo 5) - el proceso comenzó hace mucho tiempo. Desde el éxodo de Egipto hasta la construcción de la Casa de Dios pasaron 480 años (Melajim I, capítulo 6, versículo 1), y " Como en los días que saliste de la tierra de Egipto, le haré Yo ver maravillas" (Mijá, capítulo 7, versículo 15).

Cortesía sitio 929

 

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