Conforme a la tradición, el libro de Eijá fue escrito diecisiete años antes de la destrucción. Resulta entonces que el destino estaba marcado, pero como entonces, así también actualmente, los dirigentes no querían verlo.
Nueve de Av. El doliente está sentado en el piso, llorando amargamente, por lo que ha visto. Siente dolor por la destrucción, la matanza, la humillación nacional.
Conforme a la tradición, el libro de Eijá fue escrito diecisiete años antes de la destrucción: “Y aconteció en el año cuarto de Yehoiaquim, hijo de Yoshiahu, rey de Iehudá, que tuvo Irmiahu esta revelación de parte del Señor, que decía: Toma para ti el rollo de un libro, y escribe en él todas las palabras que Yo te he hablado contra Israel, y contra Iehudá, y contra todas las naciones, desde el día que comencé a hablarte, desde los días de Yoshiahu, hasta el día de hoy” (Irmiahu, capítulo 36, versículos 1-2).
Irmiahu convoca a Baruj hijo de Neria, le dicta el libro y le ordena leerlo a oídos del pueblo. El contenido del relato genera pánico entre los príncipes y ellos proponen que sea leído ante el rey: “Y el rey estaba sentado en la casa de invierno, en el mes noveno; y había un brasero encendido delante de él. Y sucedió que como Yehudí acabase de leer tres o cuatro columnas, (el rey) cortó el rollo con una navaja de escribano, y lo echó en el fuego que había en el brasero, hasta que todo el rollo se consumió en el fuego que en el brasero estaba. Así no tuvieron temor, y no rasgaron sus vestidos, ni el rey, ni ninguno de sus siervos que habían oído todas aquellas palabras” (Irmiahu, capítulo 36, versículos 22-24)
El rey está sentado, el brasero encendido, una luz tenue y un calor cálido. El escritor lee ante el rey el relato de Irmiahu, ¿y él? Tres, cuatro versículos le alcanzaron para leerlo y arrojarlo al fuego del brasero ardiente.
El Talmud Bavlí, Babilónico, (Tratado Moed Katán 26a) identifica al relato citado con el relato de Eijá. Se trata de una sorpresa total, el sentido es que el relato no es una descripción histórica de lo acontecido en el pasado, sino una descripción del futuro. Se puede comprender al rey. En líneas generales, la situación es razonable. ¿Por qué habría de movilizarse por la profecía de Irmiahu? Seguramente, contempló al profeta como si fuera un pesimista. No hay motivo para prestarle atención.
A veces, los líderes están dispuestos a poner en riesgo a su pueblo, lo importante es que su lugar de poder no se vea afectado. Mientras los versículos de la profecía no conciernen a la esencia del reinado de Iehoiaquim, no quema el libro. En ciertas ocasiones, el rey o el líder ven su futuro personal más de lo que se preocupan por su pueblo.
Hay acontecimientos cuyo destino está marcado. No es necesario ser un rey ni ser Irmiahu, a fin de comprender hacia dónde se encamina la realidad. Desde siempre, una vez tras otra, los líderes se negaron a leer el destino que estaba marcado. Las consecuencias-aún cuando se demoraron-llegaron.
Gentileza sitio 929.