El pacto de Sinaí fue acordado en base a la salida a la libertad, y por ello el primer precepto básico es la liberación de los esclavos.
La base de toda la Torá es la fe en Dios: “Yo soy tu Dios” (Capítulo 20, versículo 2). Es el primer mandamiento, el que inicia los diez mandamientos. Pero para nuestra gran sorpresa, no está citado: “Yo soy Dios que creé el mundo” sino “el que te he sacado de la tierra de Egipto” (Capítulo 20, versículo 2)
La salida de la esclavitud a la libertad es la que le permite a la persona conectarse con Dios en forma plena. La persona que está esclavizada a otra persona no puede estar totalmente al servicio de Dios- no sólo desde el aspecto técnico, por el hecho que su amo lo molesta para cumplir los preceptos, sino también desde el aspecto emocional-espiritual, no puede sentir plenamente su dependencia de Dios mientras depende de su amo.
A causa de ello la Torá comienza la sección de “Mishpatim”, la sección que contiene el primer precepto después de la entrega de la Torá, alusivo al esclavo hebreo. El esclavo hebreo no se encuentra totalmente sometido a su amo-y muchas leyes ilustran al respecto, pero la ley que define esto claramente es la primera de las leyes del esclavo hebreo: el esclavo hebreo no es un esclavo eterno, sino tan solo un tiempo limitado, y desde el momento en que el esclavo no es eterno, no se trata de una verdadera esclavitud.
Incluso cuando la persona desea seguir sirviendo a su amo para siempre, la Torá no está interesada en ello y la limita: se perfora su oído, en señal de que la Torá no está conforme con esta esclavitud. Y también así, no permanece como esclavo eterno sino hasta el Jubileo (Vaikrá, capítulo 25).
Editado por el equipo del sitio del Tanaj
Gentileza del sitio VBM de la Academia Rabínica "Har Etzion"