El rol del profeta es servir de puente entre Israel y Dios, que se encuentran en estado de separación, y fortalecer la esperanza en el renacimiento de su amor mutuo.
Este es un capítulo de ambivalencia, una dualidad sin solución. Por un lado, no hay documento de separación, no hubo divorcio. Por otro lado, "por vuestras transgresiones fue repudiada vuestra madre" (versículo 1). Hoy se utiliza el término "separados" para describir esta situación entre marido y mujer. El profeta Yeshaiahu describe la situación entre Dios y la congregación de Israel como una separación sin divorcio. Hay una desconexión, pero la separación no es final ni absoluta. El pueblo de Israel está distante, y Dios se queja: " ¿Por qué, pues, cuando vine (a redimirlos), no hubo quien Me recibiera; cuando llamé, no hubo quien Me respondiera? (versículo 2). La sensación de desconexión entre el cielo y la tierra también está simbolizada por el velo que separa: " Visto los cielos de tinieblas, como si las cubriera de saco" (versículo 3).
El profeta actúa como una especie de consejero matrimonial para la pareja separada. Y como sabe cualquiera que trabaje en este campo sensible, a menudo sirve como saco de boxeo que recibe de ambas partes lo que no pueden decirse entre sí debido a su separación.
"Di mi cuerpo a los que me herían, y mis mejillas a los que me arrancaban la barba; no escondí mi rostro de las afrentas y de los salivazos" (versículo 6). Lo golpean, le arrancan el pelo de la barba, le escupen, pero él persiste en su tarea, la tarea de mediar entre el pueblo y su Dios. Esta es la función para la que fue designado y esta es su especialidad: "El Señor Dios me dio la lengua de instruidos" (versículo 4). El rol del profeta es escuchar:
"despierta mi oído para oír como los profetas. El Señor Dios abrió el oído" (versículos 4-5), aconsejar y explicar: "lengua de sabios, para saber sustentar con palabra al cansado" (versículo 4), y soportar con paciencia toda la crítica y la ira dirigida hacia él: " Di mi cuerpo a los que me herían, y mis mejillas a los que me arrancaban la barba; no escondí mi rostro de las afrentas y de los salivazos. Pero el Señor Dios me ayudará; por tanto no he sido abochornado; por tanto he puesto mi rostro como pedernal, y sé que no seré avergonzado " (versículos 6-7).
El rol del profeta es luchar contra aquellos que no creen que sea posible corregir, " Cercano está el que me justifica: ¿quién contenderá conmigo? ¡Presentémonos juntos! ¿Quién es mi demandante? ¡Acérquese a mí!" (versículo 8), y convencer a aquellos de Israel que creen que Dios no ha abandonado a su pueblo y que hay un camino de regreso, para que perseveren en su fe y rectitud, porque sobre ellos descansa la esperanza de la paz en el hogar, del retorno de la pareja a la vida en común y del renacimiento de su amor actualmente oculto: "¿Quién hay de entre vosotros que quiere ser temeroso del Señor? Que escuche la voz de Su siervo el que andaba (hasta ahora) en tinieblas, sin luz. ¡Confíe en el Nombre del Señor, y se apoye en su Dios!" (versículo 10).