En el episodio del caballo, el autor de la Meguilá, el libro de Ester, llega a uno de los puntos culminantes de su sátira, y enfatiza el reino de la arbitrariedad y el capricho de Ajashverosh.
Desde la perspectiva del enfrentamiento entre Hamán y Mordejai, no existe necesidad alguna del episodio del caballo. No aporta nada a la trama del enfrentamiento, y aparentemente, el relato hubiera avanzado de todos modos.
Pero dicho enfrentamiento no es el verdadero tema de la Meguilá.
El reino de la arbitrariedad y el capricho de Ajashverosh es el asunto interno del relato, y su descripción total hubiera estado incompleta sin el episodio del caballo.
He aquí, que el lector no tiene dificultad alguna para comprender la voluntad del rey de recompensar a Mordejai, como corresponde hacer con aquel que le salvó la vida al rey. Pero no por ello debe borrarse el hecho de que Mordejai era un transgresor, ya que no se arrodillaba ni prosternaba ante Hamán, como lo indicaba la orden del rey. Si es el mismo rey, quien lo crió y elevó, y toda ofensa a Hamán, era una ofensa al rey. En esta fase de la trama, asoma el decreto del rey sobre Hamán (de servir a Mordejai como súbdito) de forma totalmente inesperada, no sólo sobre Hamán, sino también sobre el lector. Pues vemos aquí la continuación de la arbitrariedad y su perfeccionamiento: si no hubiera sido por el episodio del caballo, el vuelco en el estatus de Hamán surgiría de un modo justo y lógico la revelación de su boicot contra el pueblo de la reina; pero los hechos no se manejan de este modo en el reino de Ajashverosh. Pero, así como la grandeza de Hamán no era sino un capricho del rey, sin justificación o razón alguna, del mismo modo debe producirse su caída. Y he aquí que debe descender repentinamente del más alto nivel a un pozo profundo-a partir de una total arbitrariedad.
Sin embargo, la proclama de Hamán en las calles de la ciudad tiene un sentido doble y burlón, y en la misma, el autor del libro de Ester llega a uno de sus puntos culminantes. “¡Así se debe hacer al hombre que el rey se complace en honrar! (Capítulo 6, versículos 9,11); pero ¿Quién es efectivamente el hombre que todos los que siguen las alternativas en la calle saben que el rey se complace en honrar? Pues, no es otro que Hamán, el más encumbrado de sus príncipes, el más grande del reino. Así, como esta humillación y desprecio que recayeron en Hamán, se realizará lo que corresponde al hombre que el rey se complace en honrar; ya que no existe nada más débil y frágil como la voluntad de este rey, que cambia de un momento al otro.
Editado por el equipo del sitio del Tanaj
Extraído de la publicación “Megadim”, ediciones Tevunot