Tanto Moshé como Yeshaiá tienen el mérito de una revelación Divina impactante antes de ser consagrados a la profecía. Y aún así, sus reacciones son opuestas. ¿Cómo puede explicarse la gran diferencia entre ellos?
Resulta común decir que la profecía de nuestro capítulo es una profecía de la consagración de Yeshaiá a la profecía. Yeshaiá logra ver el acto de la “Merkavá”, en el que contempla a Dios sentado en un trono elevado y a su alrededor, ángeles. Escucha la voz de los ángeles que elogian a Dios y ve que toda la Casa se llena de humo. Se sorprende de la visión y está persuadido de que muy pronto habrá de morir ya que vio a Dios y no es merecedor de ello debido a su impureza.
También nuestro Maestro Moshé, en ocasión de su consagración, contempla una visión de lo más elevada. Ante sus ojos se revela una zarza ardiente, pero a diferencia de Yeshaiá, no sólo que no teme observarla sino que incluso se aproxima para verla de cerca. Como consecuencia de ello, Dios se le revela y le ordena ir y sacar a Israel de Egipto.
Simplemente, podría decirse que la diferencia se halla en el tipo de revelación. Mientras que Yeshaiá ve a Dios, y por consiguiente teme, Moshé sólo ve una zarza ardiente que no se consume y más allá del hecho maravilloso, no lo relaciona con una cuestión Divina. Pero si lo observamos profundamente, veremos que también en la continuidad, cuando Dios le habla a Moshé de la zarza, no se lo ve sorprendido a Moshé por ello y está claro que su nivel espiritual era diez veces más elevado que el de Yeshaiá.
No obstante, sorprendentemente, a pesar de la primera reacción de ambos, precisamente la forma en que Moshé y Yeshaiá recibieron la noticia de la misión fue completamente opuesta a la lógica. Mientras que Yeshaiá, que en principio se mostró sorprendido, se propone para el cargo por iniciativa propia (capítulo 6, versículo 9), he aquí que Moshé Rabenu, que ni siquiera se sorprendió al inicio, se desentiende y por diversos argumentos rehúsa aceptar la misión hasta que Dios se enoja y le promete que Aharón lo ayudará.
Aparentemente, la diferencia radica en el hecho de que la esencia de la misión es totalmente diferente en los dos casos. A Moshé se le solicita crear la nación israelita, sacarla del seno de la nación egipcia dominante y engrandecer el nombre de Dios en el mundo todo, mientras que Yeshaiá no debe crear “algo de la nada”. El rol de Yeshaiá es reparar lo existente y devolver al pueblo de Israel a la buena senda. Y a pesar de ello, Dios le dice que la misión no será para nada sencilla pero la misma es conveniente, ya que al final, quedará una simiente sagrada que se salvará.