A pesar de que Nejemiá no pertenece a la política local, quiere a sus hermanos judíos, cree en el retorno a Tzión y está dispuesto a todo para avanzar en ese objetivo.
Si Donald Trump hubiera decidido enviar a su yerno judío, Jarred Kushner, para desempeñarse como el comisionado supremo de Iehudá, me parece que no nos hubiera gustado dicha idea. Hubiéramos preferido un gobernador que haya crecido entre nosotros, que tiene amigos del ejército o de la universidad, que está conectado con lo que aquí sucede.
Nejemiá no tenía relación con los habitantes de Ierushalaim. A excepción de su hermano Janani, no son mencionados familiares suyos que vivían en Ierushalaim. Se trata de un judío que logró progresar en la corte de Artajshasta. Aparentemente, entiende de vinos y de modales en la mesa. Tal vez, también entienda acerca de las intrigas palaciegas. Todos los cargos que desempeñó, no lo capacitaron para ser el gobernador de Iehudá.
Nejemiá no forma parte de la política local. No creció en ella ni le debe nada. Tiene un sentimiento cálido hacia sus hermanos que se encuentran en Ierushalaim. Sufre por sus dolores y desea el bienestar para ellos. Se ofrece voluntariamente a abandonar los placeres de la casa real y salir a una misión ingrata en una tierra lejana y pobre.
La plegaria de Nejemiá que figura al principio del libro, lo caracteriza. En su plegaria, se dirige al “Dios de los cielos”. El rey persa, también denominado “el rey de reyes”, es llamado por Nejemiá “este hombre”. No tiene en cuenta a los poderosos y a las autoridades. Cree en el retorno a Tzión y está dispuesto a todo para avanzar en ese objetivo. Su coraje y apego al objetivo nos acompañarán también en los próximos capítulos.