Hacerle un lugar a Dios en nuestro corazón

Hacerle un lugar a Dios en nuestro corazón

¿Qué espera Dios de nosotros? Reconocer Su grandeza, entender nuestro lugar correcto en relación con Él, y hacerle un espacio en nuestros corazones.

En el capítulo 66, la redención es descrita como un nacimiento, y la persona redimida se compara con un bebé que se amamanta del pecho de su madre.

Si comparamos la redención descrita como la relación entre un hombre y una mujer con la redención descrita en nuestro capítulo como un nacimiento y Dios descrito como una madre protegiendo a su hijo, entonces veremos la diferencia entre la cooperación y la acción versus la pasividad. En el nacimiento, el bebé es completamente pasivo. El bebé es el futuro de los padres y sus aspiraciones se centran en él, pero no es partícipe de sus acciones. " Como alguno a quien su madre consuela” (versículo 13), describe una relación de dar y recibir.

En el capítulo 66, Yeshaiahu cambia la perspectiva sobre la relación entre Dios y el hombre. Aquí no contempla al hombre como socio de Dios, sino que se dirige al hombre diciendo que el hombre no puede aumentar la gloria divina desde el punto de vista de la creación, ya que el hombre es una criatura humilde y miserable en comparación con el cosmos vasto y multidimensional, y no tiene poder para elevar o reducir, pues si los cielos son Su trono y la tierra el estrado de Sus pies, entonces el hombre no puede construirle una casa o preocuparse por un lugar de descanso para su Creador, y por lo tanto la conclusión necesaria es que el hombre debe mirar hacia adentro y concentrarse en su alma. El mundo que el hombre es capaz de crear está dentro de su alma, y es en esto en lo que Dios está interesado. Él no espera que el hombre cree o repare el gran universo físico, sino que prepare un lugar en su corazón donde el Creador pueda morar, y por eso el versículo establece que Dios mira al pobre y al quebrantado de espíritu, lo cuida y lo espera.

Dios está dispuesto a hacer morar Su presencia en el mundo del hombre, pero con la condición de que el hombre le haga un espacio en su corazón y esté abierto a recibirlo. El pobre y quebrantado de espíritu es el hombre que Dios busca en nuestro capítulo. Si el hombre no es considerado digno de asociarse con el Omnipresente, al menos debe abrir su corazón a Dios y reconocer la brecha. La humildad hacia el cielo es el mínimo necesario requerido. Por lo tanto, la principal polémica al principio del capítulo es contra el orgullo del hombre, cuando Yeshaiahu contrasta al pobre y quebrantado de espíritu con el transgresor que proclama desde su orgullo y ceguera "a causa de mi nombre sea glorificado el Señor".

Editado por el equipo del sitio del Tanaj

Cortesía sitio VBM de la Academia Rabínica “Har Etzion”

Volver al capítulo