La portación de nombres dobles, judíos y locales, fue un fenómeno muy común en las comunidades de Israel en la diáspora, desde siempre. Así, encontramos el doble nombre en el caso de Hadasa, también denominada Ester. En ocasión del reasentamiento judío en la tierra de Israel, aparentemente, la cuestión de los nombres no judíos, derivó en fuertes controversias.
La duplicación del nombre de Hadasa-Ester, el hebreo junto al no hebreo, es compartida por otras figuras bíblicas que prestan servicio en la corte de un rey no judío. Iosef recibe el apodo de Tzofnat Paneaj, Daniel, el nombre de Belshatzar y sus amigos Jananiá, Mishael y Azariá son denominados Shadraj, Meshaj y Aved Nego (Daniel 1,7). Pero, a diferencia de estas figuras, que reciben el nombre no judío al ingresar a la corte del rey, Ester porta su nombre no judío, antes de ingresar al palacio. Algunos contemplaron el nombre persa de Ester como testimonio de asimilación y la pérdida de los valores nacionales en la capital Shushán, pero la portación de nombres dobles, los nombres judíos y los nombres de los lugareños era un fenómeno muy común en las comunidades judías de la diáspora, desde siempre. Muchas veces, se trataba del mismo nombre traducido a los idiomas: Ovadia es Abdallah (siervo de D-s en árabe), Feigue-Tzipora o Tzví-Hirsch (nombre del animal en alemán); y en algunas ocasiones, no había nexo alguno entre los nombres, como en el caso de Hadasa-Ester.
La cuestión de los nombres no judíos fue un tema de duras controversias en el nuevo asentamiento en la Tierra de Israel. El primero que lideró este esfuerzo fue Itzjak Ben Tzvi, quien luego se convirtiera en el segundo presidente de Israel, y que en un artículo publicado en el diario Davar, en el año 1938, realizó el siguiente llamamiento: “Eliminen vuestros nombres no judíos”. En 1944, se ofuscó porque sus esfuerzos no prosperaban: “Nuestros nombres no judíos dejan en la realidad una rara impronta de caos y mezcla de todas las culturas extranjeras por las cuales hemos atravesado y a las cuales hemos servido, y de las mismas, no osaremos liberarnos. Los nombres extranjeros de nuestros hermanos judíos que siguen siendo exhibidos, no son más que un símbolo de falta de uniformidad pública y nacional entre los judíos dispersos que quieren convertirse en una nación en una patria especial. Este es un punto débil que aún será aprovechado en nuestra contra en un sentido político cuando llegue el día del balance con nuestro reclamo“. Ben Tzví relaciona entre la hebreización de los nombres y el éxito del proyecto nacional de lograr un Estado. Entre sus conceptos, recuerda un breve relato de un hombre llamado Mordejai:
“Cuando estuve en Esmirna, visité allí una vivienda en la antigua calle de los judíos, donde también vivió Shabtai Tzví, en la casa del Sr. Jaim Katan y la Sra. Katan. Al escuchar que procedía de Israel, la mujer se alegró mucho y me mostró la fotografía de su hijo Mordejai, que vive en Ierushalaim y se casó con una mujer Ashkenaziá (Ashkenazita) y me solicitaron que le enviara un saludo de su familia. Al pedirle el nombre del hijo y su dirección, la madre escribió: “Max Klein, Ierushalaim”. Le pregunté: ¿Quién es?”. Me respondió con ingenuidad: es mi hijo, sólo que aquí en Esmirna, su nombre era Mordejai Katan, pero ahora vive en el seno de los sionistas y por ello cambió su nombre como lo han hecho todos los sionistas, y “Katán” en el idioma de ellos es “Klein”, y Mordejai, Max…muy a pesar mío, ésta no es una anécdota y el Sefaradí que desea ser “moderno”, sólo le queda apropiarse de un nombre nuevo nacional del tipo “Klein”: finaliza Ben Tzví, sumamente apesadumbrado. (Hed Hamizraj, 17-03-1944).
Mientras en el libro de Ester, Mordejai representa un nombre no judío, e incluso pagano, dos mil años después, el nombre Mordejai refleja la pureza dele hebraísmo, que precisamente, con el retorno a Israel se está echando a perder.
Extraído del libro “Meguilat Ester: un nuevo comentario israelí”, de Mishal Tzion, editado por Avigdor Shinan, y con el apoyo de la Fundación Avi Jai
Gentileza del sitio 929.