Hay un profeta en Israel

Hay un profeta en Israel

Naamán, el jefe del ejército de Aram, tenía expectativas de encontrar una persona justa con una religiosidad devota, que realiza maravillas, pero para Elishá era más importante transmitirle la idea principal.

Una vez más, Aram es fuerte y ejerce el control, y el rey de Israel rasgó sus vestimentas, pero el nombre del hacedor de milagros en nombre de Dios ya había llegado a Damesek, a través de una pequeña cautiva israelita.

Elishá estaba muy relacionado con “el rey de Israel” (¿quién es?) en contraste con la actitud marginal de Yehoram, el hijo de Ajav e Izével (capítulo 3, versículos 13-14), pero quería que supieran en Aram “que hay un profeta en Israel” (versículo 8), y respeten al pueblo de Israel que reside en su tierra acorde a lo prometido por Dios, y no que lo consideren a Elishá como “un hombre hacedor de maravillas” (como se considera también en la actualidad).

Naamán, que era el jefe del ejército de Aram y “guerrero esforzado” (que seguramente luchó también contra Israel) y que también era “un gran hombre…y de alta estimación” (versículo 1), tenía expectativas de encontrar a “un justo” pleno de “santa religiosidad”, “He aquí que yo pensaba que seguramente él hubiera salido a recibirme, y que, puesto de pie, hubiera invocado el nombre del Señor, su Dios, y que, pasando su mano sobre la parte llagada, sanaría la lepra” (versículo 11). Pero el profeta le ordenó sumergirse (lavarse en el lenguaje bíblico es sumergirse en el lenguaje de los Sabios) 7 veces en el Iardén, y purificarse.

¿Por qué en el Iardén?

Ya que Elishá, al igual que Yehoshua Bin Nun, cruzó el Iardén al estar seco en nombre de Dios, y de allí la fuente de la fuerza para el pueblo de Israel en su tierra. Naamán se enojó con las aguas del Iardén, pero él cedió e intentó, y al sanarse, comprendió-“ He aquí, yo ya conozco que no hay Dios en toda la tierra, sino en Israel” (versículo 15).

De todos modos, también quiso darle al profeta un regalo personal. Elishá, al igual que el resto de los profetas, recibió obsequios, también personales (capítulo 4, versículos 8-10; 42-43), pero ante Naamán no podia ser afectada la idea principal-no se trata de Elishá el hombre, “el profeta’justo”, sino el pueblo de Israel en su tierra, del Iardén, en nombre de Dios.

Naamán aceptó servir a Dios incluso en el marco de la cultura pagana, y Guejazí, que intentó beneficiarse de un placer personal violando su fidelidad, fue castigado con la lepra.

Cortesía sitio 929

 

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