Esta exigua parashá - Vayélej - que no es sino la conclusión de las palabras de Moshé expresadas en la parashá Nitzavim, como también la conclusión general de las palabras de Moshé expresadas en el Libro Devarim, asombra y extraña con su verso prologal:
Fue pues Moshé y habló estas palabras a todo Israel. 31, 1
Exponiendo sus objeciones Abravanel:
Si antes leemos (ibid. 29, 1): "Llamó pues Moshé a todo Israel, y les dijo: ‘Vosotros habéis visto todo lo que hizo el Señor delante de vuestros ojos en la tierra de Egipto, al Faraón, y a todos sus siervos . . .’ “, continuando luego con la parashá Nitzavim: "Estáis hoy todos vosotros en presencia del Señor", agregando todas las palabras del pacto; estaban pues todos frente a él en esa asamblea, ¿cómo es entonces que afirma aquí, que Moshé fue a dirigirles la palabra? Puesto que estaban todos reunidos juntos para escuchar el pacto, debería hablarles allí, y no había ninguna necesidad de dirigirse a cada tribu por separada para hablarles.
Resolviendo estas dificultades Rambán:
Cuando finalizó sus palabras, se fueron todos los reunidos, incluso los niños y las mujeres, cada uno a su respectiva tienda. Entonces Moshé se retiró del campamento de los levitas para dirigirse al campamento de los israelitas a fin de honrarlos, cual persona que quiere despedirse de su compañero y va a solicitar la respectiva licencia.
Con mayor amplitud explicó estos conceptos R. Shimshon Rafael Hirsch:
Con el texto de las bendiciones y maldiciones, y con el versículo que les sigue, se acabó todo lo que Moshé debía advertir al pueblo en nombre del Señor. Esto - según su parecer - era la conclusión de su misión. De allí en adelante había de concentrar su íntegra atención a todo lo relativo al momento de su defunción y a sus consecuencias correlativas. Consistiendo en: su despedida (vers. 1-6) ; presentación de su sucesor, agregando palabras alentadoras dirigidas al pueblo, (vers. 7-8); y finalmente, entrega del texto de la Torá a los kohanim y a los ancianos, ordenándoles su lectura en Asambleas convocadas en la fiesta de los tabernáculos de cada año septenal (shemitá, vers. 9-13). Es de señalar que Moshé no llamó al pueblo a su presencia, no los congregó en una asamblea como acostumbraba hacer comúnmente cuando debía comunicarse con ellos en nombre del Señor, sino que "fue", se dirigió él mismo al encuentro del pueblo para despedirse de ellos con la sencillez absoluta, tan propia del carácter de quien el verso atestigua (Bamidbar 12, 3): "Y aquél varón Moshé era muy modesto, más que todos los hombres que había sobre la faz de la tierra".
Sobre toda esta parashá se cierne algo de la tristeza propia de la despedida. De quien leemos (Devarim 34, 7): "Su vista no fue ofuscada, ni se había debilitado su vigor"; quien se elevó a las alturas viviendo como un ángel; quien la tez de su rostro despedía rayos de luz; y de quien fue afirmado "boca a boca hablo (Yo) con él" - confiesa ante su congregación (ibid. 31, 2): "Soy de edad de ciento veinte años este día; no podré ya salir ni entrar más . . .". Si bien hay quienes interpretan el "no podré" en el sentido de "no deber", como encontramos muchas veces en el Libro Devarim (v.g. "no podrás poner sobre ti a hombre de tierra extraña" ibid. 17, 15), es decir: no estoy autorizado. Sin embargo, la mayoría de los exegetas lo interpretan en su sentido sencillo: "no podré ya salir ni entrar más", ya sea según la opinión de R. Abraham Ibn-Ezra - "a la guerra" - o más bien según Rashí. "pues le fue obstruida la fuente de su sabiduría". Rambán por su parte considera que Moshé destaca en este momento su debilidad frente al pueblo, a fin de consolarlo: "Es decir, ya estoy viejo, y ya no podrán obtener más provecho de mí."
Esta tristeza propia de la llegada del fin de todo hombre se mece por sobre toda la parashá, y es recalcada más aún por las distintas expresiones del Midrash que coronan a los últimos versos de despedida, y a las palabras del Señor a Moshé: "He aquí, se acercan los días en que has de morir".
Devarim Rabá 9, 2:
Lo que leemos (Kohelet 9, 11): "Volvíme y observé que debajo del sol (la victoria en) la carrera no es de los ligeros, ni (la victoria en) la batalla de los fuertes; ni tampoco de los Sabios el pan, ni de los entendidos la riqueza, ni de los inteligentes la gracia; sino que el tiempo y la casualidad les tocan a todos ellos". Dijo Rabí Tanjuma: Este verso nos habla de Moshé. ¿De qué manera (se explica)? "(La victoria en) la carrera no es de los ligeros" - Ayer no más, se elevaba hacia el cielo cual águila; ahora ruega que le permitan atravesar el Yardén, y no lo consigue, como leemos (Devarim 31, 2): "Tu no pasarás este Yarden".
"Ni (la victoria en) la batalla de los fuertes" - Ayer no más, los ángeles temblaban frente a él, más ahora afirma (ibid. 9, 19) "porque yo temía con motivo de la ira y de la ardiente indignación".
"Ni tampoco de los Sabios el pan (la Torá)" - Ayer, (Mishlé 21, 22): "Un Sabio escala la ciudad de valientes, y hace descender la fortaleza que fue la confianza de ella (del cielo)." (Es decir: el Sabio - Moshé - escaló la ciudad - al cielo - e hizo descender la fortaleza - la Torá - para entregarla a nosotros). Pero ahora le fue retirada (la Torá) y entregada a Yehoshúa.
"Ni de los entendidos la riqueza" - Ayer hablaba como un opulento (Shemot 32, 12) : "¡Vuélvete del ardor de Tu ira!", (Bamidbar 14, 19): "Ruégote perdones la iniquidad de este pueblo". Pero ahora implora como un menesteroso: "Y yo supliqué": concédemelo, aun sin merecerlo, gratuitamente.
"Ni de los inteligentes la gracia - Ayer, sabía como conseguir la reconciliación con el Señor (Bamidbar 10, 35-36): "!Levántate, oh Señor...!" . . . "¡Vuélvete, oh Señor. . . !" Pero ahora, después de suplicar durante siete días, le dijo finalmente el Señor (Devarim 31, 34) : "He aquí, se acercan los días en que has de morir".
Y sobre el mismo tema, el fin del hombre en Devarim Rabá 9, 4:
Dijo Moshé: ¡Dueño del mundo! ¿¡Después de todo el honor y la grandeza que vieron mis ojos, yo muero?!
!Moshé! - le replicó el Señor (Tehilim 89, 49): ¿¡Cuál es el hombre que vivirá y no verá la muerte?!
¿Cuál es el hombre? - refiriéndose a Abraham, que se introdujo en la calera salvándose de una muerte segura, sin embargo leemos luego (Bereshit 25, 8): "Y expiró Abraham y murió...". ¿Cuál es el hombre? - refiriéndose a Yitzjak, que extendió su garganta sobre el altar, pero leemos luego (ibid. 27, 2) : “He aquí, he envejecido, (y) no se el día de mi muerte".
¿Cuál es el hombre? - refiriéndose a Yaacov, que luchó con el ángel y prevaleció, mas luego leemos (ibid 47, 29): "Se acercaron entonces los días en que Israel había de morir".
¿Cuál es el hombre? - como Moshé, que habló con su Creador cara a cara, y luego (Devarim 31, 34): "He aquí, se acercan los días en que has de morir".
En forma excepcional se destaca el sentimiento de Moshé, patriarca de los profetas, quien veía las profecías con brillante claridad mientras que los demás profetas las veían sólo con claridad careciente de esplendor, ese sentimiento del instante en que le fue obstruida la fuente de su sabiduría.
Préstese atención: en todo lugar donde leemos que Moshé fue ordenado designar a Yehoshúa como sucesor se le dijo:
Toma contigo a Yehoshúa, hijo de Nun, hombre en quien está el espíritu, y pon tu mano sobre él, Bamidbar, 27, 18
y luego de haberle presentado delante de Elazar, el sacerdote, y delante de toda la congregación, le darás el cargo delante de ellos. 27, 19
Manda empero a Yehoshúa, y fortalécele, y anímale; porque él ha de pasar al frente de este pueblo ...
Devarim 3, 28
Sólo en nuestro capítulo leemos:
He aquí se acercan los días en que has de morir; llama a Yehoshúa, y presentaos en la tienda de reunión, para que Yo le imponga Mis cargos.31,14 Considerando la diferencia existente en las palabras divinas, expresadas en primera persona - "para que Yo le imponga Mis cargos" - que según ellas aparece Moshé como sobrando, hasta el punto de serle cancelada la misión de delegar sus funciones en manos de Yehoshúa, se expresa el Midrash de la siguiente manera:
Devarim Rabá 9, 5:
Dijo Moshé: ¡Dueño del mundo, que Yehoshúa tome el poder, y déjame vivo!
Le replicó el Señor: - Condúcete como él, como él lo hace contigo.
(Es decir, conviértete en su discípulo).
De inmediato Moshé se dirigió a la tienda de Yehoshúa. Este se atemorizó. Y Moshé le dijo a Yehoshúa: Maestro, ven conmigo. Salieron, yendo Moshé a su izquierda y entraron a la tienda de reunión. Descendió la columna de humo y los separó. Cuando se retiró la columna de humo, se dirigió Moshé a Yehoshúa preguntándole: ¿Qué te dijo el Señor?
Respondióle Yehoshúa: - Y cuando el Señor se te revelaba a ti, ¿yo tenía conocimiento de lo que te decía?
En ese momento exclamó Moshé: ¡Prefiero cien veces la muerte a un instante de celos! Entonces aceptó la muerte.
Y con algunas variantes en Tanjuma, sección Vaetjanán 6:
Le dijo (el Señor): Esto es lo habitual en este mundo: cada generación con sus predicadores; cada generación con sus gobernantes; cada generación con sus dirigentes. Hasta ahora era tuya la misión de servirMe, pero en adelante le toca a Yehoshúa esa misión.
Le dijo entonces: - Mi Señor, si es por Yehoshúa que debo morir, me convertiré en su discípulo.
Respondióle: - Si tú lo prefieres así, ve y hazlo.
Se levantó Moshé y se dirigió a la tienda de Yehoshúa. Este se encontraba predicando y enseñando. Moshé se inclinó, y puso sus manos sobre sus labios. Se le cerraron los ojos a Yehoshúa y no se percató de su presencia, a fin de que sufra y acepte finalmente la muerte. Los israelitas se dirigieron a Moshé para escuchar sus lecciones de Torá, (al no encontrarlo) preguntaron: ¿Donde está nuestro maestro Moshé? Les respondieron: Se dirigió a la tienda de Yehoshúa.
Fueron hacia allí y lo encontraron. Yehoshúa estaba sentado mientras que Moshé se encontraba de pie. Le dijeron entonces: - Yehoshúa, ¿cómo se te ocurre? ¿Moshé tu maestro de pie, y tú sentado?
Cuando alzó los ojos y lo vio, rasgó sus vestimentas, gritó, lloró y exclamó: ¡Maestro mío! ¡Maestro mío! ¡Maestro mío! ¡Mi padre y mi señor!
Dijeron entonces los israelitas: - ¡Moshé, maestro nuestro, enséñanos Torá!
¡No estoy autorizado! - respondióles.
¡No te abandonaremos, (hasta que aceptes enseñarnos)! - insistieron.
Se escuchó la voz de la revelación, que dijo: ¡Tomad las lecciones de Yehoshúa!
Yehoshúa se sentó a la cabecera, Moshé a su derecha, y los hijos de Aharón a su izquierda. Predicaba Yehoshúa en presencia de Moshé ... Y le fue quitada la sabiduría tradicional a Moshé entregada a Yehoshúa, de suerte que Moshé no entendía lo que Yehoshúa enseñaba. Después que los israelitas se habían levantado de la sesión, le dijeron a Moshé: - Nos ocultó (Yehoshúa) la Torá. (Es decir: no le entendemos como cuando tú enseñabas). Les contestó (Moshé): No sé explicarles. Y Moshé vacilaba y se caía.
En ese momento dijo: - ¡Dueño del universo! Hasta ahora rogué por la vida, pero ahora estoy dispuesto a entregarte mi alma.
En resumidas cuentas: Los Sabios no ven en Moshé una criatura super-humana. No es - libre y guarde - un ídolo, ni un hijo de Dios. Por eso con mucha razón citaron los Sabios - como últimas palabras suyas - la siguiente sentencia:
Tanjuma, sección Vaetjanán 6:
Tomó sus dos manos y las colocó sobre su corazón, diciendo a los israelitas: "Observad el fin de la criatura de carne y hueso".
Tomado de: “Reflexiones sobre la Parasha”, Prof. Nejama Leibovitz, publicado por el Departamento de Educación y Cultura Religiosa para la Diáspora de la Organización Sionista Mundial, Jerusalén, 1986 págs. 299-304.