“Y residió Iaakov en la tierra de su padre, en la tierra de Canaán” (XXXVII).
Iaakov se establece al fin en la tierra que fue habitada por su padre Itzjak, la tierra prometida de Israel. Y al entrar en la tierra sacra, Iaakov ya no es más Iaakov, símbolo del Galuth, que debe inclinarse ante el más fuerte, sino Israel que lucha con los poderosos y los vence.
La aparición de Iaakov pone fin a los relatos sobre Esav. En la Parashá anterior Vaishlaj, la Torá reseña brevemente la genealogía de la tribu de Esav y sus descendientes. Más la reseña es súbitamente interrumpida, y ya no volveremos a encontrarlos más.
Esta es una de las características generales de la Torá, que abandona la parte histórica general, para dedicarse totalmente a detalles. Rashi el clásico exegeta expresa esta peculiaridad en una de sus bellas parábolas:
“משל למרגלית שנפלה בין החול. אדם ממשמש בחול וכוברו בכברה עד שמוצא את המרגלית, ומשמא הו משליך הצרורות מידו ונוטל המרגלית" (ל"ז א')
“Cual la perla que cayó en la arena. El hombre busca en ella, la tamiza hasta que encuentra la perla, y al encontrarla arroja de sí todas las escorias”
Sumariamente nos reseña la Torá las generaciones que vivieron entre Adam y Noaj, y al llegar a éste los hace a un lado, lo mismo ocurre con las diez generaciones que transcurren entre Noaj y Abraham, y otro tanto con Ishmael, y solo ocasionalmente volvemos a escuchar algo de ellos.
El relato se va concentrando pues, cada vez más en el centro espiritual, en los que habrían de heredar el espíritu judío. La familia de Israel se va concentrando cada vez más. Abraham abandona a su familia en Caldea, Ishmael se separa de Itzjak y Esav se separa de Iaakov, hasta que con este comienza la verdadera historia del pueblo judío, de los hijos de Israel.
Las últimas Parashot del Sefer Bereshit tienen un único fin, el mostrarnos como los hijos de Israel llegaron a Egipto. Esta es la idea central, todo lo demás son detalles. El primer Galuth, la Diáspora del pueblo judío en Egipto, habría de ser el cumplimiento de la profecía hecha a Abraham: “Cuatrocientos años serán tus hijos extraños, en tierras que no les pertenecerán”. La disposición divina hubo de cumplirse y para ello debían los hijos de Israel abandonar la tierra de Canaán e ir al Egipto de los Faraones “de donde nunca esclavo alguno escapó” y la profecía se cumplió.
Muchos son los caminos de la providencia. Todo parecer la indicar que el día está aún lejano, y sin embargo todo se va realizando inexorablemente.
Lejos estaban los hijos de Iaakov de imaginar que al vender a Iosef a los mercaderes que se dirigían a Egipto sellaban con esto su propio destino, más sin embargo fue así:
Todo comenzó por causas insignificantes. Iaakov se establece en la tierra de sus padres y quiere "vivir en paz”
“ביקש יעקב לישב בשלוה קפץ עליו רוגזו של יוסף"
“Quiso Iaakov vivir en paz, más levantóse sobre él el furor de Iosef".
Sobre este Midrash (citado por Rashi) se detiene el KLI IAKAR. “RUGZO”, el furor es para él el pecado de Iosef.
Los sufrimientos de Iaakov no fueron sino una expiación por sus faltas y culpas. Iaakov abandonó a sus padres para dirigirse a Aram y Iosef abandona a Iaakov para ir a Egipto. En general esta es una de las ideas máximas de la Torá. La de la Providencia que encadena los hechos en sus causas y efectos. Iaakov abandona a Itzjak, Iosef abandona a Iaakov, y si Iaakov prefiere a Iosef ante sus hermanos, el más querido de sus hijos le es arrebatado. Esta es la idea de Sajar Vaonesh, de la "recompensa y castigo", del hecho y sus consecuencias.
Esta idea es expresada también de manera muy singular. Iosef tiene diecisiete años al ser vendido por sus hermanos. Diecisiete años fueron también los años que vivió Iaakov en Egipto. Sí diecisiete años vivió el hijo bajo el padre, otros tantos apoyó y mantuvo el hijo al padre. No hay acción que se pierda, todo se conserva y transforma.
Cuáles fueron las causas inmediatas de la venta de Iosef? Los primeros versículos de esta Parashá nos hablan sobre ello y sobre ellos han dicho los Jajamim en el Talmud. “Prohibido le es a un padre preferir a uno entre sus hijos, pues el manto especial de Iosef causa el exilio de Egipto”. Iosef era el querido entre los hijos, fue el más esperado, y fue hijo de su ancianidad: "pues le había tenido en su vejez " (XXXVII, 3). Iosef era también el hijo de su querida esposa Rajel de la cual sólo él y Biniamin, quedaban. Iosef era aún muy joven, solo diecisiete años tenía, y sus actos eran también dictados no por su razón y entendimiento, sino por sus impulsos e instintos juveniles" Y notificaba Iosef a su padre la mala fama de ellos". (XXXVII, 2) Iosef contaba a su padre lo que se hablaba de sus hermanos.
Al leer este versículo vemos inmediatamente una particularidad. No dice la Torá "su padre" Aviv (de él) sino Avihem (de ellos). Con esto la Torá nos muestra que el padre no “recibió”, la maledicencia, y su amor por Iosef no le hizo olvidar su amor hacia los demás hijos. Estos impetuosos y juveniles actos de Iosef no importaron en demasía a los hermanos de Iosef, la Torá no nos relata en absoluto las consecuencias que tuvieron. La importancia de estos actos reside en su significación moral.
Iosef es por ellos castigado. Rashi siguiendo al Midrash nos muestra que todo aquello que sucedió a Iosef, su venta, su esclavitud, la prueba a que fue sometido en la casa de su amo, Potifar, todos fueron hechos que nos recuerdan lo que Iosef relataba a su padre sobre sus hermanos.
He aquí la causa espiritual y moral de lo que habría de ocurrir. Inmediatamente nos relata la Torá las causas inmediatas de sus desventuras. Las verdaderas causas son realmente el odio o la envidia de sus hermanos, son los motivos físicos. Más el hombre sólo ve aquello que está al alcance de sus ojos, y la Torá nos muestra aquello que quedará oculto. Habrá causas físicas, causas inmediatas, pero vano es la obra del hombre si va contra la Providencia. En todos los actos del hombre se encuentra la acción divina que dirige y encamina la historia por sus sendas morales. Los hermanos creían que vendían a Iosef. En efecto lo vendían, pero tras esta venta se ocultaba la Providencia, ella significaba las desventuras de Iaakov y Iosef, significaría la supervivencia de la familia durante los años de hambre, y habla de ser el prólogo de la profecía divina a Abraham. "Extraños han de ser tus hijos en tierras que no les pertenecerán..."
La preferencia de Iaakov a Iosef fue la primera y principal de las causas de odio de sus hermanos. "Y no podían hablarle en paz" es la expresión que la Torá emplea para definir las relaciones entre Iosef y sus hermanos. Según algunos comentaristas los hermanos temían que Iaakov los desherede, eligiendo únicamente a Iosef. Los sueños de Iosef les parecían frutos de sus pensamientos y delirios de grandeza que quizás, en secreto debían ser alentados por su padre. Iosef al relatar el sueño a sus hermanos se dirige a ellos con altivez: “Escuchad este sueño mío…” Y su sueño y sus palabras despertaron no ya el odio, sino la "envidia" de sus hermanos. Quizás él será el único elegido, y nosotros los desheredados?
Y Iosef fue vendido a los mercaderes, enviado a Egipto, y luego de su breve estadía en la casa de Potifar, es encarcelado en la tétrica prisión de donde habría de salir convertido en el virrey de Egipto.
Por otra parte los sueños de Iosef habrían de cumplirse. Y los hermanos que lo vendieron se arrodillarán ante él y sufrirán por él y por sus culpas.
Amplio y magno es el sentido moral de estos pequeños relatos y la enseñanza que significan para el hombre. Más es quizá aún más interesante observar ciertos pequeños detalles que ampliarán nuestra visión sobre Iaakov y lo que representaba.
Errados estaríamos al ver en ellos una sucesión de pecados. El “pecado”, depende del que lo comete, es “proporcional" a él, y de ello depende también su responsabilidad. Y los grandes son cotizados como nos dice el Talmud, aún por sus faltas más leves. Observemos su comportamiento y sus actos. Iosef el orgulloso y el altivo, prefiere en sus compañías a los hijos de Bila y Zilpa menos preciados quizás por su origen. Iaakov que prefiere a Iosef ante sus hermanos, le amonesta severamente por sus altivos sueños “Vendremos acaso, yo y tu madre y tus hermanos a arrodillarnos ante ti”. Iosef obedece a su padre que le envía a ver a sus hermanos, a pesar que conoce bien los sentimientos de estos y así sucesivamente. Más sus instantes supremos nos muestran el verdadero carácter de los hijos de Iaakov.
El primero lo notamos el leer los versículos que nos relatan la venta de Iosef. Los hermanos se proponen matarlo. "Se ingeniaban para matarle” (XXXVIII,18), derramar su sangre era para ellos el peor de los crímenes y aún en su mayor ofuscación buscaban el medio de aquietar sus corazones. Rubén les propone que lo arrojen a uno de los pozos, y para ello elige expresamente uno vacío. "Y el pozo estaba vacío, sin agua” (24), y la Torá nos dice que se proponía salvarlo para retornarlo a su padre” (22). Yehuda por otra parte desconociendo los motivos que impulsaron a su hermano a tomar esa decisión, induce a los hermanos a vender a Iosef: “Que provecho tendremos al matar a nuestro hermano y tapar su sangre". Venid vendámosle a los, ismaelitas y nuestra mano no sea sobre él, pues hermano de nuestra propia carne es” (26,27). La Torá nos dice inmediatamente: "Y le escucharon sus hermanos” (27). Yehuda nos ofrece aquí la idea moral de la responsabilidad eterna. A pesar que la sangre de nuestro hermano permanecerá oculta, “que tendremos de ello”. Habríamos dejado de cometer el mal?. "Nuestra mano no sea sobre él”. Asesino es todo aquel que mata, que causa la muerte o que deja matar, y no lo seremos! Rubén a su vez no estaba presente durante la venta de Iosef, al ver que Iosef había sido separado para siempre quizás, de su hogar, de sus padres y hermanos, desgarra sus vestimentas y exclama con dolor al sentir responsable por su pequeño y desventurado hermano: “Y el niño no está, dónde he de ir?” Si grande habría de ser el dolor de Iosef, grande era también el dolor de sus hermanos, grande han sido sus culpas, más en sus culpas vemos su grandeza.”
El segundo episodio acontece a Yehuda con Tamar su nuera. Esta debía ser quemada viva, y sólo Yehuda podía salvarla, pero a costa de su honor. Nada obligaba a Yehuda a descubrirse, Tamar callaría, por lo demás nadie la creerla, y todos ignorarían el secreto. Más Yehuda exclama: "Con ella es la justicia”, y se descubre para salvar una vida inocente.
El tercer episodio ocurre en Egipto. Iosef es tentado por la esposa de Potifar su amo que todo lo ha dejado en sus manos, menos “el pan de su boca”. Iosef dice entonces: "Cómo haré esta gran maldad y pecaré ante el Señor" (IXL,9). Nadie había en la casa, el pecado habría de quedar impune ante la ley humana. Negarse por el contrario sería malquistarse el favor de su ama, y el religioso desdén podría causar su ruina y su muerte.
Esto último no ocurrió porque al parecer según observa acertadamente Sforno, Potifar no creyó a su mujer, más no pudo dejar de castigar levemente a Iosef para salvaguardar su honor. Peligraba pués su vida y su destino, más él bien triunfó nuevamente. Estos tres pequeños detalles que pasan inadvertidos para el lector superficial, nos muestran el principio moral que Abraham y sus descendientes, los herederos del judaísmo introdujeron en el Universo.
Existe un ser supremo, una ley suprema que actúan allí donde el hombre pierde toda jurisdicción, y poder, y los mismos hijos de Iaakov, al experimentar los sufrimientos que el destino les depara por culpa del desconocido virrey del Egipto sienten que este es el castigo divino por sus pecados y se achacan mutuamente sus culpas, hasta el punto de emocionar al mismo imperturbable virrey, el irreconocible Iosef.