La Torá nos relata acerca del hombre que cela a su mujer por haberla visto a solas con otro hombre. Sobre esta mujer recae una sospecha y para elucidar la desconfianza de su marido, imbuido en celos, la Torá describe un proceso llamado Las aguas amargas en donde se somete a la mujer a que jure que no ha cometido adulterio y se la lleva al santuario.Allíse le hace beber aguas en donde previamente se han diluido en ella una maldición para la mujer adúltera. En caso de que la mujer sea inocente, esas aguas no le ocasionan ningún daño y es bendecida con descendencia. En caso contrario, muere en el acto, demostrando con ello que había sido adúltera.
Todo este tema, se ve a primera vista, como algo muy despectivo hacia la mujer y una actitud extrema en contra de la mujer a causa de una sospecha aparentemente exagerada de su marido.
A causa de esa sospecha de adulterio la esposa es sometida a todo un proceso que rebaja a la mujer. Más aun, todo esto se hace en forma pública y en el santuario.
Estodespierta la pregunta de cómo es vista la mujer en el judaísmo.
En realidad debemos tener en cuenta que el caso que plantea la Torá, no se trata de una mujer pura e ingenua, la cual fue víctima de un ataque de celos repentino y sin motivo por parte de su marido, sino que se refiere a una mujer, que ya había sido vista a solas con otro hombre, y a causa de eso su marido le advierte, ante testigos, que no vuelva a permanecer a solas con ese hombre.
Esta mujer decide hacer caso omiso al pedido de su marido, y por propia voluntad y sin ser forzada, sigue encontrándose a solas con ese hombre.
Ante esta situación, el marido sospecha de que su mujer le haya sido infiel y para evitar el divorcio y poder seguir conviviendo con ella, decide someter a su esposa a un proceso para elucidar el tema.
Como vemos, no se trata de una mujer simple e inocente, sino de una mujer que, por propia voluntad y su accionar sospechoso, pone en tela de juicio su dignidad y fidelidad a su marido.
Debemos dejar aclarado, que si la mujer, fue forzada a permanecer a solas con aquel hombre, o que su marido no le había advertido ante testigos que no quiere que esté a solas con aquel hombre, en ese caso no puede someter a su esposa a la prueba las aguas amargas.
Como es sabido, la opinión de los sabios del Talmud, no está de acuerdo con que la mujer abunde en estar en compañía de hombres o busque su simpatía o tenga demasiado trato con el sexo opuesto; es más, la actitud opuesta, donde impere una distancia y resguardo entre hombre y mujer casada, es más loable.
Todo esto hará de ella una mujer más honorable y digna. Éstas son cualidades que la Torá se preocupa y se ocupa para que la mujer goce de ellas. Como así también, la Torá se dedica a conservar en el mejor estado posible de pureza el núcleo familiar y mantenerlo bajo una moral intachable e incuestionable, pues, la familia es la piedra angular de todo el pueblo de Israel. Hacia eso apuntan la mayoría de las reglas y normas que impone la Torá con respecto a la mujer. Pues en realidad es para su propio bien y para preservar su dignidad y esencia. Evitar que sea vista como un qué y, por el contrario, que sea vista como un Quien. Me refiero a que muchos hombres suelen ver en la mujer solo un “Que” (y a veces algunas mujeres se esfuerzan por ser vistas así) se detienen solo en su aspecto físico y pasional sin detenerse en ver un poco más el interior y la riqueza de esta persona, no ven quién es esta mujer. Solo la ven como un objeto y por eso no es de sorprender que cuando estos hombres sienten que ese aspecto ya no es el mismo que los atrajo alguna vez (pues ninguna mujer podrá conservar su aspecto físico eternamente) entonces la descartarán y buscaran otra que cubra sus apetitos. Recuerdo el apasionado relato de un joven que había regresado de Europa en un viaje como mochilero y la fantástica muchacha rubia que había conocido en Bélgica y con la que compartió 14 días de su viaje, los inolvidables y fabulosos momentos compartidos con ella. Cuando le pregunté acerca del nombre de esa joven y su familia, el muchacho se encogió de hombros y me dijo que solo conocía el apodo de ella, pero no sabía cuál era el apellido de ella ni si tenía familia…
En coherencia a esto y con el espíritu de fidelidad a los verdaderos principios del valor de una persona, es que los sabios sentencian: La belleza de la mujer noble, está en que no se muestra demasiado en público.
Todo esto beneficiará en primer lugar a la mujer, a la familia y en última instancia a toda la sociedad.
Dice Rambam: Todo aquel padre de familia, que no se preocupa por que su esposa e hijos, y no revisa sus actos frecuentemente, evaluando su accionar y velando por que se mantengan en el camino correcto, alguien así es considerado un transgresor.
Volviendo al tema específico de la mujer Zotá. Lo primero que debemos aclarar, es que el término Zotá, en hebreo se refiere a desviarse del camino. Por lo tanto vemos que todo este procedimiento, no es aplicable a una mujer común, sino a una mujer que se ha desviado en forma peligrosa y sospechosa del camino que normalmente transita una mujer casada. Por eso, no se trata de un capricho que se le impone a una pobre mujer que no hizo nada…
Por otro lado, tampoco se trata de una mujer que ha cometido adulterio a todas luces, sino que solo pesa sobre ella una sospecha bien fundamentada.
Ante una situación así, es indudable que la armonía y la continuidad del hogar matrimonial están fuertemente amenazada. Si no se dispone de una alternativa que permita aclarar y elucidar el tema de forma clara y sin lugar a dudas, el matrimonio no podrá perdurar, la sospecha corroerá la relación de la pareja y por lo tanto la continuidad familiar estará amenazada.
Un matrimonio que se encuentra en esta disyuntiva, tiene dos caminos: uno es el divorcio y por ende la ruptura familiar, o la segunda opción, es someterse a la prueba de las aguas amargas, que a pesar de ser incómodo momentáneamente, ocasionará que la armonía vuelva a imperar en la pareja, más aun, promete la Torá, que la familia será bendecida en caso de que la mujer sea inocente de las sospechas que recaen sobre ella.
El tema de la armonía dentro de la pareja, es un pilar dentro del judaísmo. Hasta el punto tal, que vemos que Dios mismo permitió que Su Nombre sagrado fuera borrado, para preservar la paz en el hogar.
Cabe aclarar, que si la mujer decidió no someterse a esta prueba, ella tiene el derecho a negarse; no obstante, esta decisión acrecentará la sospecha, además deja solo en pie la primera alternativa: el divorcio, pues es imposible que el marido pueda seguir viviendo con ella cuando impera en su seno una sospecha tan grave y cada vez más fundamentada.
Si bien el marido tiene derecho a esperar y exigir un comportamiento digno e intachable por parte de su esposa, no puede ser hipócrita y permitirse él mismo tener una conducta dudosa. Por lo tanto, la Torá prohíbe a un hombre que durante su vida ha mantenido algún tipo de relación sexual prohibida, que someta a su esposa a la prueba de las aguas amargas. No obstante, si a pesar de ello este hombre de reputación dudosa, pretende exigir que su esposa sea sometida a la prueba de las aguas amargas, éstas no funcionarán, aun en el caso de que su esposa haya cometido adulterio.
En el caso de que una mujer haya sido sometida correctamente a la prueba de las aguas amargas, y efectivamente esta mujer ha cometido adulterio, no solamente ella moría durante la prueba, sino que también, aquel hombre que ha cometido adulterio con ella, donde quiera que esté, también moría de la misma forma.
Por lo tanto, lo que aparentemente se ve como un procedimiento hostil hacia la mujer inocente, producto de un ataque de celos infundado por parte de su marido, en realidad se trata de un procedimiento para ayudar a perdurar la armonía en el hogar, y que la mujer se preocupe y se esmere en mantener una conducta intachable, evitando todo tipo de situación dudosa. Asimismo, impone al hombre una actitud coherente: además de reclamar a su esposa, deberá exigirse a sí mismo una vida sexual digna y decorosa.