Para que los conceptos de sabiduría sean internalizados, aquel que los pronuncia debe tener capacidad de influencia, y que los oyentes estén dispuestos a aceptarlos.
Mucha sabiduría se echa a perder por problemas comunicacionales-las personas sabias no saben transmitir su sabiduría a los otros, y las personas necesitadas de sabiduría no saben asimilar la sabiduría de otros. Kohelet, con su aguda mirada, descubrió esta problemática:
“Y pensé yo: es mejor la sabiduría que la valentía; empero la sabiduría del pobre es despreciada y sus palabras no son escuchadas” (Versículo 16).
“Es mejor la sabiduría que la valentía”-la sabiduría es más productiva que la fuerza física y el coraje; ya sea que alude a la sabiduría de hacer la paz, o si se refiere a la sabiduría de las artimañas de la guerra. Esta es la conclusión a la que arriba Kohelet a partir del relato del pobre sabio que salvó a su ciudad de una guerra contra un gran rey.
No obstante, la sabiduría no es suficiente:
“la sabiduría del pobre es despreciada y sus palabras no son escuchadas”-una persona sabia, que no tiene bienes ni estatus, no logrará ensenar sus conceptos de sabiduría, porque los oyentes lo despreciarán. La mayoría de las personas se impresionan por la fortaleza exterior y no se esfuerzan en profundizar en el contenido.
El mensaje del versículo es bidireccional:
El mensaje está dirigido a los sabios, y les dice: “¡no sean pobrecitos!. Tienen un mensaje importante para transmitir-pues ocúpense de tener algunos bienes y estatus, de modo que puedan influir, a fin de que el público tome seriamente vuestro mensaje importante.
El mensaje también está dirigido a la gente simple, y les dice: ¡no juzguen los conceptos por la apariencia exterior de quien los pronuncia! Hay gente pobre que es sumamente sabia, y ¡es una pena que se pierdan los mensajes que ellos tienen para transmitir, solo porque se trata de personas carentes de bienes y estatus!
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Extraído del sitio de navegación del Tanaj.