La crisis de la sabiduría y la alegría de la vida ·

La crisis de la sabiduría y la alegría de la vida ·

Un intento adicional para darle respuesta al que interroga, pero en esta ocasión, no desde la profundidad de la sabiduría, sino desde el enfoque opuesto de la unión con la alegría de la vida.

La idéntica muerte para todas las personas, “al justo y al impío, al bueno y al inmaculado y al mancillado…” (Capítulo 9, versículo 2), es el hecho más decisivo e impactante en la vida de la persona, y es el que sobrevuela a lo largo de todo el relato, desde su inicio; ahora genera un intento adicional para darle respuesta al que interroga, y nuevamente con el estilo de segunda persona, pero esta vez, no desde la profundidad de la sabiduría, sino en el sentido opuesto de la unión a la alegría de la vida. La solución aparece en cuatro versículos (Capítulo 9, versículos 7-10) y en ellos se halla una síntesis de las concepciones del hedonista junto al que se esfuerza, y esta es su última conclusión  (es característico de Kohelet, que el enfoque de vida de los referentes figura como conclusión, y no como comienzo).

“Ve, come con alegría tu pan y bebe con corazón agradable tu vino, puesto que ya ha aceptado Elohim tus acciones. En toda hora hayan de estar tus ropajes blancos y el óleo sobre tu cabeza que no haya de faltar. Mira la vida con mujer a quien amas -todos los días de la absurdidad de tu vida-; que te ha dado bajo el sol…ya que esto es tu porción en la vida y en tu agobio, lo que tú te esfuerzas bajo el sol” (Capítulo 9, versículos 7-9).

El esfuerzo agrega la síntesis de su pensamiento sobre la capacidad de hacer y actuar sólo en este mundo “bajo el sol”.

“Todo lo que halle tu poder para hacer en tu vigor, haz, ya que no hay acción ni pensamiento, ni conocimiento ni sapiencia en el sepulcro, donde tú vas, allí...” (Capítulo 9, versículo 10): no tiene sentido buscarle respuestas a los interrogantes de la vida y la muerte y a las preguntas de la recompensa, y hay en nuestro mundo lugar solamente para la alegría de la vida.

Pero de inmediato, retorna el sabio al estilo del “yo”: “Volví, viendo bajo el sol”, y prepara el terreno para la autoanulación, ya que de hecho, también la alegría de la vida y la acción no están en las manos de la persona, porque nadie controla la muerte, ni las tragedias y desastres, los cuales pueden asomar repentinamente.

“No de los raudos es la carrera, y ni de los valientes es la guerra, ni tampoco de los sabios es el pan, ni tampoco de los inteligentes es la riqueza…ya que hora y evento habrá de acontecer a todos ellos, ya que tampoco habrá de saber el hombre su hora” (Capítulo 9, versículos 11-12).

Aquí, el sabio que tiene Kohelet en su interior, presenta su conclusión con una parábola “Ciudad pequeña…” (Capítulo 9, versículos 14-16), sobre  “un hombre pobre, sabio”, que puede salvar la ciudad de manos  de “un rey magno” (que seguramente es grande por sus acciones y placeres, como lo describió Kohelet al inicio del relato, en los versículos 4-10 del capítulo 2), y por lo tanto, sin duda alguna, “es mejor la sabiduría que la valentía”, y por supuesto, mejor que todos los actos y los placeres, pero también aquí hay un problema, porque “la sabiduría del pobre es despreciada y sus palabras no son escuchadas”, y aun si la ciudad fuera salvada por él, ello no quedará grabado en la memoria, y “ninguna persona recordó a aquel  hombre pobre”; por consiguiente, también el valor limitado de la sabiduría [hasta la muerte] es considerado sólo con riqueza y estatus, como lo dijera el sabio anteriormente: “Es mejor sabiduría con patrimonio” (Capítulo 7, versículo 11).

Gentileza sitio 929.

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