La Cueva de los patriarcas, adquirida por Abraham para darle sepultura a Sará, refleja hasta la actualidad un centro de atracción para judíos y musulmanes por igual. El interrogante de qué es lo que se oculta en la cueva de los patriarcas siempre ha sido un misterio.
El inicio de la sección refiere al fallecimiento de nuestra matriarca Saráy a la adquisición de la Cueva de los Patriarcas como parcela de tierra para la sepultura de la familia de Abraham (con excepción de Rajel, que fue sepultada en Beit Lejem).
Durante generaciones, los judíos han tenido la costumbre de visitar Hebrón para postrarse en las tumbas de los patriarcas y rezar en la zona aledaña a la cueva de los patriarcas. Generalmente, no era posible el ingreso al interior de la cueva de los patriarcas, por lo cual los judíos se vieron forzados a rezar en las escalinatas ubicadas en el acceso a la misma, hasta el lugar que les era señalado por los gobernantes musulmanes (hasta la actualidad, pueden verse los restos del hollín de las velas que fueron encendidas en el recinto de la plegaria). La liberación de los sitios sagrados en todo Israel, tras la guerra de los seis días, posibilitó la reanudación del libre acceso a la cueva de los patriarcas. Este hecho, que los judíos puedan rezar en los sitios que durante años tenían prohibido, fue desconcertante a los ojos de los otros pueblos. Ellos continuaron siendo hostiles con el Estado de Israel en todo escenario posible, y en particular en las sesiones de la Asamblea General de Naciones Unidas.
En relación al interrogante acerca de aquello que se oculta en la Cueva de los Patriarcas, ha sido siempre un misterio. Ello se debe a que incluso en la actualidad, está vedado el ingreso al interior de la cueva a fin de investigar sus secretos, debido a la prohibición de los musulmanes residentes en Hebrón. Lo único que nos queda es impresionarnos con la impactante estructura construida en la parte superior de la cueva.
Esta estructura, que fue construida en la época de Herodes, es muy similar en sus características a las murallas del Monte del Templo, y entre ellas, el Muro Occidental. Piedras de sillería grandes con márgenes estrechos y bien alineados.
Aquel que observa el plano del complejo (34,59 metros) encontrará que la ubicación de las seis lápidas, que ocupan un lugar de honor dentro del complejo, estaba en la mente de los planificadores. En la época de Herodes, era un espacio abierto al cielo, y sólo en la época bizantina (la época del Talmud) fue allí construida una iglesia que después de la conquista se convirtió en una mezquita. En la época de las Cruzadas volvió a ser una iglesia y una vez más, desde el siglo XIII el complejo volvió a ser utilizado como mezquita.
El Rab Benjamín de Tudela, que visitó el complejo en el siglo XII describió tres cuevas, una detrás de la otra.
Moshe Dayan, en su libro “Vivir con el Tanaj” describe el ingreso al interior de la cueva en el año 1967 (5727 según el calendario hebreo) con la ayuda de una joven de nombre Mijal, la cual se arrastró a través de una ventana estrecha en el piso de la mezquita. Mijal le informó a Moshé Dayan sobre todo lo que vio y ese informe escrito él lo conservó como recuerdo. Los hallazgos de Mijal demostraron que efectivamente se trata de una cueva de sepultura y con lápidas en su interior.
Extracto del libro "Mapat Shabat-Mapat Haaretz al Shulján Hashabat" publicado por la Biblioteca Eliner