En nuestro capítulo se relatan cuatro episodios milagrosos referidos a Elishá. El elemento en común de ellos es que la bendición relacionada con ellos no está supeditada al nivel material-realista sino al nivel de la fe en Dios, que incrementa la abundancia diez veces más.
Nuestro capítulo comienza con el relato de la mujer cuyo mundo casi se derrumba. Su marido murió (Según Jazal, nuestros Sabios de Bendita Memoria, se trata del profeta Ovadiá, y así lo explica Rashi), tiene dos hijos, que como consecuencia de una deuda pueden llegar a ser tomados como esclavos y la señora no tiene un patrimonio importante. Todo lo que posee es una jarra de aceite. En un caso de estas características la tendencia natural es contemplar y dar cuenta de lo que no hay, y a partir de ello sumirse en la tristeza, el desaliento y la depresión.
El profeta le enseña a ella a tomar lo poco bueno que tiene y alegrarse con ello, y a partir de una enorme fe en Dios y en su profeta tener el mérito de ver la salvación. La bendición está en su patrimonio, y a partir de una jarra de aceite ella logra inagotables tesoros de abundancia. También en el segundo relato se registra algo similar. Una mujer grande que tiene todo pero no tiene hijos. Desde el aspecto natural, aparentemente, lo intentó todo pero fue infructuoso. El profeta le enseña a no rendirse ante la existencia materialista. Tenemos un Padre Celestial y a partir de la fe en Él podemos conectarnos a un sitio más elevado, por sobre la materia y tocar el infinito. Allí no hay limitación alguna y aún a la mujer que supuestamente no habrá de tener hijos de manera natural, le puede nacer un hijo. También, en la continuidad, al morir el niño, el profeta nos enseña que no hay nada en contra de creer en Dios y en las palabras de Su profeta.
El tercer relato también indica cómo es possible curar lo amargo y duro, precisamente con lo amargo. Justamente a través de harina es endulzada la comida ya que no es la dimension material la que determina las cosas sino la palabra de Dios que ha creado a todas ellas. A modo de coclusión, cierra el cuarto episodio, que es una especie de paralelo al primer relato. También aquí hay un pan que a los ojos materialistas del servidor no resulta suficiente para todo el pueblo, no obstante, el profeta que vive con apego y fe completa en el Creador del mundo ve un pan ilimitado que puede alcanzar para todo aquel que lo necesite. Lo importante es creer y a partir de ello se logra una bendición sin límites materiales.