La quinta lamentación difiere de las otras. ¿Cuál es la razón de la diferencia? ¿Y de dónde proviene la gran esperanza que figura al final de la lamentación?
La quinta lamentación, en contraste con las otras (a excepción de la tercera lamentación, citada en el capítulo 3) no comienza con la palabra “Eijá”, “Cómo”. En el capítulo 3, no hay motivo alguno para que la lamentación comience con “Eijá”, ya que este capítulo no es una lamentación clásica, sino un cántico de reclamo personal, que contiene también una dimensión nacional. En nuestro capítulo, a diferencia de ello, se trata de una lamentación real, concreta y por ende, era esperable la apertura con el vocablo “Eijá”. Además, la lamentación de nuestro capítulo se caracteriza por descripciones relativamente menos duras. Si en el comienzo del libro encontramos descripciones como: “Todo su pueblo gime buscando pan; han dado sus preciosidades por alimento para restaurar la vida. ¡Mira, oh Señor, y considera cómo estoy envilecida!” (Versículo 11), he aquí que en la última lamentación, la descripción de la hambruna es más sencilla: “Con peligro de nuestras vidas conseguimos nuestro pan, a causa de la espada del desierto (Capítulo 5, versículo 9).
Además de todo ello, se puede interpretar que quienes hablan no son contemporáneos de la generación que vio la destrucción de Ierushalaim, sino sus hijos: “¡Nuestros padres pecaron; ellos ya no existen, y nosotros cargamos con sus iniquidades!” (Versículo 7)
En realidad, la última lamentación del libro se concentra en la cuestión del afrontamiento de la destrucción y el duelo, no en el día después, sino años más tarde. Esta es también la razón, por la cual, al final del libro hallamos la gran esperanza del libro de Eijá: “¡Mas Tú, oh Señor, para siempre permanecerás; Tu trono de siglo en siglo! ¿Por qué Te olvidas para siempre de nosotros, y nos abandonas por largo tiempo? ¡Haznos Volver, oh Señor, a Ti, para que nosotros nos volvamos; renueva nuestros días, (para que sean) como de antiguos tiempos” (versículos 19-21). Los portavoces manifiestan una clara esperanza: Tú siempre estarás y por consiguiente, retornarás a nosotros. Su esperanza se convierte en una suerte de hecho real. Así también, los portavoces no finalizan el libro con las palabras “renueva nuestros días, (para que sean) como de antiguos tiempos” (Versículo 21), como acostumbramos a concluirlo en Tishá BeAv (el Nueve de Av), sino con una queja hacia Dios: “¡porque nos has rechazado totalmente con desprecio; te has airado contra nosotros hasta lo sumo!” (Versículo 22). Aún si nos has despreciado-nos parece demasiado. Debes retornar y apiadarte de nosotros. Como fuera mencionado, una expresión como ésta, era natural pronunciarla poco tiempo después de la destrucción, pero ¿acaso, una gran esperanza como ésta, puede ser expresada también tiempo después del duelo? ¿Acaso realmente se puede lidiar con el terrible duelo y aferrarse a la esperanza? ¿Cómo se contempla el duelo tiempo después del duro castigo y cómo se lo ve años después?