La grandeza y la humildad en un mismo lugar

La grandeza y la humildad en un mismo lugar

Dios es descrito como el creador de todo el mundo y como aquel que no hay nadie con quien compararlo. Y a pesar de ello, no aparece como un rey tirano al que solo le importa su honor, sino al contrario-se ocupa de los débiles como un pastor que lidera su ganado y le da fuerza a los desfallecientes.

Ha llegado el momento de la consolación. El profeta se dirige a los habitantes de Ierushalaim y les solicita que anuncien el advenimiento del rey más grande del mundo, Dios. Su llegada es descrita de manera sumamente impactante. El camino se abre ante él, milagrosamente, en el momento en que todas las crestas se vuelven planas y los valles se elevan a fin de recibirlo al rey, el Señor de todo.  

En los conceptos del profeta hay un gran énfasis en el poder infinito y eterno de Dios, ello en contraste con la futilidad de todas las criaturas de carne y hueso, que no son más que hierba floreciente que, cuando el viento sopla sobre ella, se seca y se marchita. En esto, Dios, bendito sea, es diferente incluso de todos los ídolos de los pueblos, que no son más que obras de seres humanos limitados en su poder. En verdad, no hay nada a lo que se pueda comparar a Dios, que es Todopoderoso, gobierna sobre todo el mundo y es santo y diferenciado (versículo 25).

Y en realidad, a partir de la comprensión de que Dios es tan grande y poderoso, esperaríamos verlo como distante y elevado, como un rey tirano y arrogante que sólo se preocupa por su propio honor y no tiene ninguna comunicación con los seres humanos bajos y humildes hechos de barro. Sin embargo, nuestro Dios no es descrito así. El profeta lo compara con un pastor que cuida especialmente de los corderos débiles que necesitan apoyo y ayuda, y que camina lentamente con las cabras preñadas para que no aborten (versículo 11). Dios, bendito sea, es quien da fuerza a los cansados y aumenta el poder de los débiles que requieren de ayuda (versículo 29). Esta es la fuerza de nuestro Dios, que allí “donde encuentras Su grandeza, allí mismo encuentras Su humildad” (Pesikta Zutarti Ekev 15), y esto no disminuye en absoluto Su honor, sino que precisamente, a partir de ello, se reconoce Su grandeza.

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